Cazadores
En el limbo existente entre el sol abrasador y el infierno de arena que se extiende infinito hasta el horizonte. El Cazador vigila pacientemente buscando su presa.
Cazador ha dejado que Corredor los entierre en la arena y ambos duermen mientras Vigilante explora las dunas con sus ojos binoculares. Él también tiene hambre y se concentra en la llanura buscando presas. Millones de años de evolución han forjado máquinas biológicas capaces de distinguir el más mínimo movimiento en la planicie lejana. En su pequeña mente se retuerce siempre la impresión de que algo va mal. En sus más sencillos pensamientos no encaja que se busquen capturas que luego no se comen. Añora cazar las pequeñas criaturas marrones que corren por la hierba y que alimentaron a su especie hasta donde llega su memoria genética.
Un fugaz destello en la arena le llama la atención, forzándolo a enfocar en la lejanía. Allí está la presa, intentando esconderse como todas; pero ya es inútil.
Corredor se despierta en el mismo instante en que su compañero le avisa de la presencia de la caza. Vigilante considera que su deber ya está cumplido y se duerme plácidamente.
La visión de Corredor no es tan buena, pero una vez que le han dicho donde debe buscar, jamás pierde una captura. La rastreará hasta el fin del mundo, del tiempo, o de ambos.
Salta de su madriguera en una explosión de arena y corre como solo los de su especie son capaces de hacer. Finta entre las dunas, esquiva obstáculos molestos y pájaros que intentan picotearle los ojos. Cuando se aproxima al objetivo siente la presencia cálida de Cazador que le conduce con palabras amables.
Lobos se interponen en su camino. Corredor los esquiva, no quiere luchar con ellos; se concentra en la caza. Ellos le persiguen como siempre lo han hecho, desde la aurora de los tiempos, cuando los suyos abandonaron la jauría y se aliaron con el clan de los bípedos en una simbiosis que ha hermanado a las dos especies desde hace miles de años.
Corredor señala la presa y su conciencia se desplaza ligeramente pasando a ser espectador. Su mente es mediana y no entiende muy bien lo que ocurre, pero sabe lo que tiene que hacer. Cazador recoge el testigo y apunta cuidadosamente su arma. Un disparo certero derriba al objetivo que queda inerte en la arena. Cazador vuelve a llamar a Corredor y le lisonjea al mismo tiempo que le pide que haga lo que mejor sabe hacer. Huyen de los lobos en una carrera imposible de seguir mientras las fieras grises se quedan rezagadas. Corredor es embriagado por el placer de la carrera y la sensación del viento en su hocico, aunque ya no tenga hocico. Toda la historia de una raza le dice como correr y nadie lo hace como él.
El extraño trío vuelve a esconderse en la arena; posteriormente cada uno recibe sus recompensas y duermen. Vigilante sueña que vuelve a volar sobre praderas verdes y grita de júbilo reclamando la posesión de su territorio. Corredor sueña en jugar, en perseguir con sus hermanos y un gran plato de comida. Cazador sueña con una mujer bella e intrigante que le habla entre susurros mientras hacen el amor lentamente.
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Una hilera de vehículos se arrastra por el desierto; van despacio intentando no levantar una nube de polvo. El polímero inteligente que los recubre intenta frenéticamente mimetizar cada máquina con la polvorienta planicie.
En el camión de control, empiezan a tronar alarmas cuando los sensores detectan la presencia de un Aniquilador que se desliza sobre la arena en un claro intento de intercepción a una velocidad imposible de seguir. El blindado que protege al convoy libera misiles interceptores. Vuelan como abejas asesinas buscando la máquina aniquiladora; ésta consigue esquivarlos a una velocidad imposible de seguir por el ojo humano. El autómata salta, realiza fintas precisas y sigue acercándose inexorablemente. Cuatro todoterrenos intentan cerrarles el paso sin éxito. El artefacto se detiene solo un instante y su cañón oscila ligeramente mientras el láser marca el objetivo. Un proyectil de uranio empobrecido traspasa el blindaje del trasporte pesado como el aguijón de una avispa atravesando un escarabajo, esparciendo su valioso contenido por la arena. Un espeso humo negro brota de los restos cuando el oro negro entra en combustión.
Los vehículos persiguen a la infernal máquina que huye, se mimetiza en la arena y desaparece sin dejar rastro. No hay nada en los ecos del radar que recuerde que ha estado allí hace solo una fracción de segundo.
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Cazador sueña sin que las frías máquinas que intentan comandar su mente sean capaces de interferir con su subconsciente.
Han intentado borrarle la memoria; pero su inconsciente resuena y expresa el pasado en sueños.
Se acuerda de una metrópoli casi tan antigua como la historia de la humanidad, de la inmensidad del desierto y del duro trabajo en los pozos. Sobre todo, recuerda a su esposa y a sus hijos. Maldice el día en que no murió cuando una táctica nuclear arrasó su ciudad, vaporizando personas, la Historia y el propio concepto de humanidad.
Ladrones que vestían trajes cuyo precio alimentaría a una familia durante un año decidieron que los suyos no eran dignos de poseer la tierra de sus antepasados y los tesoros que el azar y la naturaleza habían depositado en sus entrañas.
No era un soldado; por eso luchó en el ciberespacio, interfiriendo comunicaciones, liberando virus, robando secretos de sus enemigos. Hasta que los daños de la radiación marchitaron su cuerpo y corrompieron sus entrañas. Su mente seguía funcionando y se presentó como voluntario para seguir combatiendo. Ahora en el mundo real, o lo que quedaba de él.
Le regalaron un nuevo cuerpo, mezcla de técnica, desesperación y evolución natural; todo combinado por la mente exasperada de un ingeniero que odiaba sus obras y que soñaba con poder construir otra cosa que no fuesen armas. Pasó sus últimos días en compañía de un galgo y un halcón de cetrería; crearon un vínculo estrecho y casi místico. Murieron y renacieron encarnados en una máquina simbiótica. Una Némesis vengadora forjada a medias por selección natural y memética.
Pidió que le liberasen de sus memorias, pero no; su subconsciente recuerda y sueña.
FIN
4 comentarios
Muy buen relato! La antigua advertencia de que al final seremos máquinas o que estas nos sustituirán… Es curioso como terminos no muy conocidos como los proyectiles de uranio empobrecido suenan a ciencia ficcion, pero se usan en el mundo real desde finales de los años 70 🙂
Por cierto: me gustan las ilustraciones. El metal de la máquina está logradísimo!
Interesante: me recordó a «La segunda variedad», de Dick.
Muy original el personaje, la idea de la fusión no suele ser tratada de esta forma.