Colapso – Capítulo 3
MIYAKO Y AKIRA
Siempre habían querido ir a Asahi-Dake. Su viaje soñado, a las montañas más altas de Hokaido. Ver los colores del otoño, mezclándose con el blanco de las primeras nieves, para ellos es lo más bello del planeta. El maldito trabajo no les permite más que unos pocos días de vacaciones al año, y ya que para este viaje necesitaban una larga estancia, han preferido ir posponiéndolo hasta poder disponer de más tiempo.
El maldito trabajo. Siempre el maldito trabajo. En la compañía cada vez les exigen más. La industria del ocio es la única que funciona desde hace años, la única que sobrevivió después del Volcado, todo lo demás es solamente política. Y para un programador siempre hay demasiado trabajo. Ganan mucho dinero, dinero que nunca ven y que nunca pueden utilizar porque están siempre trabajando.
Pero esta vez, incomprensiblemente, la compañía les ha dado una semana de vacaciones. Todavía no lo entienden del todo, casi les han obligado a tomar estas vacaciones, precisamente en el momento en que más trabajo tienen. Asahi-Dake se va a convertir en una realidad para ellos, por fin.
-Miyako, ¿has mirado bien el mapa?
Debe de quedar poco para llegar. Saben que están muy cerca.
-¿Qué mapa? No hemos traído mapa, sé que siempre has sido un romántico, pero para estas cosas, la conexión GPS es mucho mejor.
Miyako prefiere la conexión GPS, los sistemas hoy permiten que sólo haya que pensar en ello para estar conectado, y Miyako ya ha ‘pensado’ en ello.
-Disculpa, siempre piensas más rápido que yo, pero ya me conoces.
Miyako hace un gesto de asentimiento sin mirar a Akira a los ojos. Llevan años juntos y todavía tiene ese amago de timidez que aparece cada vez que sus miradas se van a encontrar. Cada vez que Akira ve ese gesto en Miyako se da cuenta de que en ambos casos, el Volcado fue perfecto. Todos los gestos, las miradas, los actos reflejos, el tacto, el olfato, el gusto, funcionan a la perfección. Y el hecho de que un programador tenga esa opinión, quiere decir que el Volcado realmente se finalizó a la perfeccción.
Desde el Volcado, los programadores son los nuevos médicos, los nuevos psicólogos, los nuevos directores de calidad, los nuevos críticos del sistema, los que pueden crear o destruir, los que pueden analizar y entonces proceder. La nueva clase media de después del Volcado. No saben muy bien si alguien contaba con que después del Volcado apareciera una nueva clase media y con tanto poder. El poder de decidir si la montaña ha de estar nevada en esta época del año o no. El poder de decidir si ha de hacer buen tiempo o mal tiempo. El poder de decidir los colores y las texturas de todo. El poder de diseñar la realidad.
-Akira, algo no va bien, no encuentro la montaña.
Miyako trabaja en los sistemas GPS cada día. Y sabe que los sistemas GPS no fallan. Están protegidos contra posibles errores algorítmicos. Las dichosas series. Su especialidad.
-¿Cómo?
Akira ya conoce ese cuento, o ese chiste, su novia, a pesar de que domina a la perfección las series de control, nunca se ha entendido demasiado bien con los sistemas GPS, a pesar de su manejo diario, existe un considerable porcentaje de ocasiones en los que Miyako no entiende demasiado bien las indicaciones.
-La montaña. La montaña no está.
Miyako cierra los ojos. Está totalmente confundida, parece que le va a doler la cabeza, aunque eso es totalmente imposible. Hace mucho tiempo que no tiene dolor de cabeza. Dolor de cabeza. Menuda estupidez.
-¿Qué quiere decir ‘no está’?.
Akira está intentando conectarse al sistema GPS que su novia está intentando dominar. Pero no encuentra el protocolo de conexion. No da con él. Y Asahi-Dake no aparece por ningún sitio.
-Pues que no está, que debería estar aquí, pero no está.
Desde el Volcado todo está al alcance de la mano, por decirlo así. Al alcance de la mente. Desde el Volcado uno puede ir a cualquier lugar. Previo pago, por supuesto. El Volcado acabó con las distancias, con las fronteras, con los límites del mundo. Quien puede pagarlo, va donde quiere cuando lo desea, es quien quiere ser. Y quien pudo contratar el Volcado puede hacer todo eso.
Ah, y también puede hacerlo un ‘trabajador’, como Akira.
Akira fue uno de los elegidos. Exámenes, pruebas de todo tipo, y unos cuantos años dando el doscientos por cien para el bien de la compañía. Siempre estuvo convencido de que entrar en la industria del software le daría buenos beneficios y una aceptable calidad de vida. Y el Volcado le dio todo eso. Como caído del cielo.
-Venga, no puede ser, repasa la ruta, nos habremos equivocado en algo.
Miyako sabe que no se ha equivocado. Estudió computación avanzada con la idea de contribuir a la producción de realidades sintéticas ambientadas en la literatura fantástica que leyó de pequeña. Bosques mágicos, océanos poblados de seres mitológicos, cielos ocupados por aves fantásticas. Antes del Volcado llamaban a todo aquello ‘videojuegos’.
E hizo un buen trabajo, tanto es así, que fue seleccionada para un puesto en el departamento de programación justo antes del Volcado. Así que conoce a la perfección la realidad. Y sabe que no se ha equivocado de ruta. Y sabe que Asahi-Dake debería estar ahí mismo, pero no está. Aunque la orientación con los sistemas GPS nunca fue una de sus cualidades.
-No, Akira, la montaña no está, las coordenadas son correctas, deberíamos tener el pico nevado de Asahi-Dake justo delante de nuestras narices, y no está.
Y entonces Miyako observa en Akira una de esas expresiones faciales producto de la sorpresa. Una de esas expresiones que aparecen cuando no debería estar ahí, cuando algo ocupa un lugar que no le corresponde, cuando algo deshace el orden. Algo a lo que Miyako no está acostumbrada, sobre todo, si esa expresión está en el rostro de Akira. Cree haber visto ese dibujo de la cara de Akira en dos o tres ocasiones en toda su vida.
Miyako gira sobre sí misma para mirar hacia donde Akira dirige sus ojos para ver qué es lo que tanto le sorprende. El cielo azul se está transformando en una tela metálica de un color difícil de describir, y el camino está desapareciendo. A ambos les viene a la memoria aquella ficción en la que una especie de ‘nada’ se comía el universo. Por primera vez en mucho tiempo, de hecho, por primera vez desde el Volcado, Miyako y Akira están viendo algo que efectivamente, no debería estar ahí, algo que deshace el orden, algo que empieza a ocupar todo el espacio. Están viendo píxeles.
La percepción visual de ambos se está bloqueando. La sensación que tienen es la misma que debía sentir antiguamente alguien que se estuviera quedando ciego en pocos segundos. La textura de todo se está pixelando. La textura del cielo, del suelo, de todo. Todo se está convirtiendo en una trama irregular de píxeles de un color grisáceo y se empieza a oír una vibración sorda que invade el entorno.
La intensidad de la vibración va en aumento. Se parece a la vibración que produce el tinnitus en los oídos, el tinnitus causado por un exceso de mucosidad en el oído interno, el tinnitus causado por una exposición prolongada a niveles de ruido demasiado altos, el tinnitus causado por el estrés, el tinnitus causado por un tumor.
-Tenemos que irnos de aquí.
Akira entiende perfectamente que su viaje ha finalizado. El lugar al que se dirigen no existe. El servicio que han contratado ha fallado por alguna razón. Y si no regresan a casa rápido, ellos mismos pueden tener algún tipo de problema.
Miyako no entiende nada, no ve nada, no oye lo que Akira le acaba de decir. El tinnitus causado por la vibración no le deja oír nada en absoluto. No puede ver nada, tan sólo ve con claridad a Akira.
El suelo pixelado comienza a temblar en la misma frecuencia de la vibracion sorda que les causa la sordera.
Akira toma su mano.
-Vámonos de aquí. Ahora mismo.
Y ante una lluvia de píxeles desde el suelo hacia arriba, que podría ser causada por una extraña fuerza de gravedad contraria, aparece una pantalla gigantesca suspendida en lo que debería ser el cielo de Asahi-Cake, con un único mensaje:
ERROR DEL SISTEMA
2 comentarios
Uf! Por alguna extraña razón, estos relatos me están resultando altamente terroríficos. Supongo que me he empapado del sentimiento de dependencia total que crearían estas tecnologías en los usuarios y el desastre absoluto que significaría su mal funcionamiento…
Coincido con Allmanzor, lo cierto es que no pensaba que unos píxeles pudieran convertirse en un elemento de terror tan palpable.