Colapso – Capítulo 8

8-ESSIEN Y CLARA


Definitivamente, el clima se ha convertido en una pesadilla para ella.
Llueve.
Llueve sin parar.
Los servicios de información no paran de escupir noticias sobre la quiebra de esta o aquella compañía. Incluso los servicios de información están dejando de funcionar. Después de las empresas de servicios meteorológicos vinieron las de servicios de ocio y ficción. Viajes, experiencias de exploración, juegos.  Todo se ha ido a la  mierda. La vida ya era aburrida. La vida ahora es más aburrida todavía.
Y llueve.
En casa todo está más oscuro. La pintura de las paredes empieza a parecer gastada, está empezando a perder su color, se está volviendo todo del mismo color grisáceo que el que tiene el cielo desde hace semanas. La luz se está conviertiendo en un vago recuerdo de tiempos más felices. La luz se ha quedado en un recóndito rincón de la mente de ella.
-¿Cómo va el trabajo, Ess?
No se le ocurre otra cosa de la que hablar con él.
-No me preguntes por mi trabajo, pronto voy a dejarlo. O mejor dicho, me van obligar a dejarlo.
A él no le importa mucho lo de la lluvia, puede vivir con ello. Pero le sobra la conversación sobre su trabajo, que va a perder en pocos días, porque al parecer la compañía va a cesar su actividad debido a la falta de demanda de los servicios de consultoría que venden. El efecto dominó. La fragilidad del sistema. El endeudamiento masivo. El colapso económico.
Términos que no cesan de pronunciarse en las últimas reuniones, que por otra parte no sirven para nada. Hay que hacer algo al respecto, pero en aquellas malditas reuniones nunca se toma decisión alguna. Palabras, palabras, palabras. Ningún hecho. Nadie hace nada al respecto. Nadie es capaz de tomar una decisión. Y no va a ser él tampoco el que lo haga. Está bloqueado, no sabe muy bien por qué. En otro tiempo habría aparecido en la sala de reuniones con alguna solución prácticamente mágica, que todos habrían aplaudido. Ahora es diferente. Puede que sea la lluvia. Pero no es la lluvia. No piensa con claridad. Es como si sus pensamientos no tuvieran continuidad. La cadena lógica no funciona en su cerebro, y no llega a conclusiones con facilidad. Y está pasando lo mismo a otras personas que conoce.
Puede que sea la lluvia.
-Está bien, no hablemos pues.
Los dedos de ella están jugueteando con su cabello, signo inequívoco de un aburrimiento que empieza a ser enfermizo, así que decide dirigir la conversación hacia ese lado.
-Estoy aburrida. Creo que un día voy a morir de aburrimiento.
Silencio. Él se fija en sus dedos. En sus manos. Unas manos que en algún tiempo llamaron su atención
-Yo creo que ya nos estamos muriendo.
-¿Por qué dices eso?-dice ella.
Él empieza a notar una vibración cuyo origen desconoce, una vibración que podría proceder de una fuente interna o externa. Parece un pulso electromagnético de alta frecuencia. Hace días que le ocurre.
-Porque no puedo pensar con claridad –dice él-. Se me amontonan los pensamientos y se desordenan, y acaban combinándose de alguna forma confusa, y eso se realimenta dentro de mí. Y no sé por qué me pasa. Antes al menos se podía ir al médico.
-¿Antes?
Ella intenta disimular lo que piensa, que es exactamente lo que piensa él, ella trata sencillamente de no estar de acuerdo en nada de lo que él diga.
-Antes del maldito Volcado.
Él contesta a las preguntas como si se lo explicara a un niño pequeño. Niños. Qué estúpidos eran. No daban más que problemas. El mundo actual sería un caos si hubiera niños.
-Antes la gente se moría de deshidratación –dice ella, tratando de seguir llevándole la contraria.
-Y ahora nos vamos a morir también. ¿Es que no oyes las noticias? –dice él.
-¿Las noticias? Ess, las noticias siempre dicen lo mismo.
-Por eso, -dice él- parece mentira que no sepas ya lo que está pasando.
-Dicen que es tan sólo una crisis temporal.
-Clara, llevo estudiando el fenómeno mucho tiempo y todo hace muy mala pinta.
-No quiero seguir hablando de eso.
De nuevo silencio. Y lluvia, no se escucha otra cosa en la casa gris de unas personas con vidas grises, unas personas que están muriendo de aburrimiento.
-Clara, creo que tus pensamientos también se están amontonando en algún lugar dentro de ti.
-Quizá.
Silencio.
Lluvia.
-Todo tiene relación, Clara.
Por primera vez, ella piensa lo que va a decir, como si por primera vez realmente importara. Como si por primera vez ella fuera a poner las cosas en su sitio, para reivindicar su punto de vista, su idea de las cosas, del mundo, y de su vida en común.
-No te creas, Ess, cada uno de nosotros es un mundo. Cada vez nos unen menos cosas, cada vez estamos más aislados. Yo lo estoy, tú lo estás, y lo sabes. Ya no quiero seguir hablando.
-Como quieras.
-Eso, como yo quiera. Y así todos contentos, cada uno en su isla. Quizá el Volcado no fue tan perfecto como nos quisieron hacer creer.  Tengo la sensación de que ya no te quiero. O al menos no como antes.
El sonido de la lluvia lo invade todo. La conversación ha acabado. La pintura de las paredes continúa en su proceso de degradación hacia el gris, hacia la vacuidad en la que se está conviertiendo su casa. Vacía de luz, vacía de sentimientos, vacía incluso de aire. Aunque hace mucho tiempo que no existe el aire, la sensación de su ausencia está invadiendo la casa, al mismo tiempo que el pulso electromagnético que sienten dentro de ellos desordena los pensamientos y los recuerdos, como un ovillo de hilo que se va enredando, al mismo tiempo que se deshace para convertirse en cenizas.
Y no para de llover.

3 comentarios

  1. Me sigue pareciendo muy interesante esta ficción sobre las mentes en un entorno virtual. La degradación del medio, como afecta a dichas mentes. Las preguntas ¿Qué les pasará al final? ¿Pueden volver al mundo real? aumentan la incertidumbre.
    Bonita ilustración, Franki 🙂