La baulera de Allmanzor: El espectro del Titanic – Arthur C. Clarke (1990)
A veces resulta imposible sustraerse a la corriente informativa que puebla los medios de comunicación, sobre todo si el tema tratado es de interés histórico y sirve, además, como elemento para hacer volar la imaginación.
Estos días se cumple el primer centenario del naufragio más famoso y mítico de todos los tiempos: el del RMS (buque de vapor del correo Real) Titanic. Tan mítico que incluso la ciencia ficción ha aprovechado el suceso en una novela atípica y tal vez poco conocida:
El espectro del Titanic. Arthur C. Clarke. 1990.
Fue en el año 1985 cuando el explorador oceanográfico Robert Ballard, llevó por fin a la práctica su larga ambición de encontrar los restos del gran trasatlántico. Tras obtener fondos para una expedición Franco-Americana, y tras largas semanas de rastreo con sonar y cámaras de video, el equipo de Ballard dio por fin con el lugar donde el pecio descansaba desde hacía 73 años, a tres mil ochocientos metros de profundidad. Cuando el mundo vio por primera vez las imágenes del inmenso buque (partido en dos pero plácidamente apoyado en el fondo) la imaginación y el mito crecieron aun más.
En 1990 se publica, pues, la novela El espectro del Titanic. Arthur C. Clarke, el conocido autor de 2001: una odisea del espacio, planteó el siguiente argumento: en el año 2010, a solo dos años de cumplirse el primer centenario del naufragio del Titanic, el mundo vive expectante ante el proyecto de sacar a la superficie los restos del buque. Occidente propone un método para una de las mitades del barco. Oriente otro distinto para la segunda mitad del casco. Las luchas entre ingenieros, empresas y gobiernos llegan al paroxismo por ser los primeros en conseguir el objetivo para el año 2012. Pero el barco situado en las profundidades quizá reserve alguna sorpresa para quienes pretenden exponerlo a la luz.
Siendo justos, se puede afirmar que El espectro del Titanic no constituye una de las novelas más inspiradas de Clarke, pero aun así posee ciertos elementos interesantes, como las explicaciones tecnológicas, los fractales matemáticos o los imaginativos métodos (aun hoy imposibles) que idean las empresas para reflotar los restos. Una novela con final abrupto (típico del autor) y epílogo sorprendente.
La historia del Titanic ha cautivado y seguirá cautivando a generación tras generación. Muchas películas se han hecho sobre su fatídico final (incluida cierta obra del director James Cameron que causó histeria mundial y que ahora se reestrena con un costosísimo 3D añadido). El buque fue el más lujoso y grande de su tiempo, aunque no tan exclusivo como normalmente se dice, pues conviene recordar que el Titanic era el segundo de una serie de tres casi idénticos (apenas un poco más pesado que sus gemelos Olympic y Britanic) y con un diseño y tamaño acorde a otros trasatlánticos de su época.
La presencia del Titanic en la ciencia ficción es algo recurrente. El autor de cómic Juan Giménez, por ejemplo, bautizó como TitanIX a una astronave de pasajeros en su obra “La verdadera historia de Leo Roa”, y la serie de la BBC “Doctor Who” también cuenta con la aparición de un Titanic extraterrestre espacial de lujo (el diálogo “¿Por qué habéis llamado Titanic a esta nave?” “Elegimos el nombre del buque más famoso de la Tierra” “Ah… Y…¿sabéis por qué es famoso ese buque..?” es de una trágica comicidad).
Si por algo es recomendable la novela de Clarke de 1990, es por aunar los despojos de un hecho histórico con tecnologías e ideas futuristas (la escena en la que los infografistas alteran todas las películas de la historia en las que sale gente fumando para borrar de todos los fotogramas los cigarrillos y el humo es alarmantemente premonitoria…). Incluso insinúa los peligros del aún por llegar “efecto 2000”, que por suerte pasó sin contratiempos. No es una de las novelas más conocidas del autor, pero se pueden encontrar interesantes detalles en ella.
Así pues, quienes quieran embarcarse en un viaje esta vez distinto: ¡Suban al Titanic!
8 comentarios
Muy interesante. Quizá lo lea algún día.
Pues voy a meter la obra en la lista de libros a leer ^^ Gracias!
Sobre el titanic de doctor Who… que decir. La serie siempre consigue que hasta lo más dramático pueda ser cómico. desde aquí me gustaría recomendarla a todo el mundo.
Cierto, Nishart. Yo había oido hablar de Doctor Who ( «Soy el Doctor.» «¿Doctor? ¿Doctor qué? («Quien», para los anglosajones), je je) y sabía cosas vagas como que había unos seres llamados «Daleks» por tener uno en su casa el cantante de Iron Maiden,por ejemplo, ja ja. Y cuando vi por primera vez la serie, ya en su etapa del siglo XXI, quedé impresionado con la calidad e imaginación de los guiones, y más al descubrir que no era una nueva versión, si no la continuación de una serie que llevaba décadas produciendose. Muy recomendable 🙂
Coincidencias… Le regalé este libro a mi hermano hace diez años. Hará un mes, fui a dar con él revisando en su biblioteca, y me lo traje. Ya llevo leído unos cuanto capítulos… Clarke se las rebusca siempre para introducir en sus historias todo tipo de anécdotas de sólida justificación científica. Esto sólo vuelve a sus libros interesantes de leer. Del resto, no me animo a decir más… hasta que lo termine!
Y no vas mal encaminado en tu apreciación, Blas. Por curiosidad: el titulo original del libro es «The Ghost from the grand banks» que hace referencia a la zona llamada «los grandes bancos» en donde se hundió el barco. ¿Cómo se llama en la edición latinoamericana?
La versión que tengo tiene el mísmo tìtulo que reseñaste: «El espectro del Titánic.»
Acabo de revisar la edición que tengo, y es española, como me imaginaba. No porque la traducción pudiera ser más imaginativa, que por acá, en ese sentido, somos iguales: los autores se rompen la cabeza por ingeniar un título sutil, para que los traductores le planten la única palabra que no debe aparecer: Titanic. Comprendo que ‘El Fantasma/Espectro de los Grandes Bancos’ pierda en impacto y sencillez frente al original; pero jamás hubiera incluido el nombre del barco. Mi primeras opciones serían «Un espectro en las profundidades,» o «El fantasma de las profundidades.» Alguna variación que incluya la palabra ‘océano’ también podría funcionar.
Muy acertado, Blas.