Los hijos de la orfandad – Capítulo 3
Los zancos de M-7 se hundían en el barro del camino, donde las holladuras de dos humanos se dibujaban en una perfecta caligrafía. El relieve de las huellas dactilares de los pies, se le antojaba un mapa de cartografía enigmática e indescifrable. La emoción le embargaba, tenía ante sí el registro de unos pasos vivos impresos con gran calidad de detalles. Pasos llegados desde un pasado remoto que le hablaban en algoritmos emotivos, procesados en lo más hondo de sus circuitos. Y los algoritmos decían: ¡Estamos aquí!, ¡hemos vuelto!
R-4-T interrumpió sus observaciones en el fango. Los chirridos provenientes de las orugas del subalterno, hicieron levantar el vuelo a una curruca posada en un arbusto cercano.
—El oficio de naturalista requiere discreción ¿Por qué no engrasas esas dichosas orugas? —le reprendió.
—¿Para qué debería hacer tal cosa? Me gusta oír el sonido de mis propias cintas de tracción.
En su búsqueda de una personalidad que le definiera, R-4-T se había introducido un programa de caracteres propensos a la dejadez y el descuido.
—M-7, ¿cómo se te ocurrió reintroducir humanos? Después de tanto tiempo de ausencia, nadie los echaba en falta.
La fotometría de los visores de M-7, en un acto reflejo, calculó la distancia a la que se encontraba R-4-T. Estaba a dos metros y veinte centímetros, con dos milímetros. Sin duda, muy cerca; pero, en un acto inadvertido, sus palabras le alejaban de él.
—Cuando reconstruimos aquel tigre a partir de una alfombra, me dije que la siguiente recreación la haríamos con estos seres peculiares —dijo, con una seña de su brazo, de articulación segmentada, hacia el recorrido de las huellas en el sendero—. La oportunidad nos llegó con la exhumación de los restos arqueológicos de aquel centro médico.
—Conozco la historia. Desmenucé al microscopio las muestras de piel de los famosos frascos. Pero, dime, ¿por qué tu obsesión por los humanos?
—Antes afirmaste que nadie añoraba a estos animales. Te equivocas, nosotros, todos nosotros, les necesitamos. Andamos tan huérfanos como esta pareja, venida al mundo sin antecedentes ni señas de identidad que les consuelen, que les calmen y les arropen en su soledad y aflicción. Sí, R-4-T, hay también una gran soledad y desamparo en nuestra civilización cibernética. Para sobrellevar mejor este sufrimiento, hemos creado un mundo a imagen y semejanza de la cultura que nos precedió. Desmiénteme si puedes, cuéntame por qué nos sometemos a jerarquías, ¿qué necesidad tiene el comisionado, y otros como él, de intentar emular características propias de la Vida?, ¿por qué chirrían tus orugas, R-4-T? Cuando la humanidad creó la inteligencia artificial insufló en ésta, sin pretenderlo, unos anhelos de superación, unas ansias de perfeccionamiento tan sólo asequibles contemplándonos en el espejo de la maquinaria orgánica. Somos como Hansel y Gretel, huérfanos lastimosos, despojos de un mundo desaparecido. Ya que, la humanidad que añoramos, la condición que convertía a esos animales en algo más que en seres cognitivos, siempre nos resultará vedada y esquiva.
5 comentarios
Serafín está muy productivo últimamente!
La crisis, Franki. La jardinería es un lujo y una de las primeras cosas de las que prescinde el personal es de los servicios de un jardinero, de ahí el tiempo libre para escribir a destajo. En el Inem me han ofrecido tres curros: paseador de perros, sexador de pollos y actor porno. En cuanto a la primera tarea, no me gustan los canes, de la segunda, no distingo un gallo de una gallina (recién salidos del huevo no creas que es fácil) y en cuanto a la tercera, las chicas en plantilla no me convencían. Ahora en serio, he conseguido un trabajo de «negro», tengo que realizar un ensayo sobre literatura de viajes. Espero que no me ocurra como el personaje del cuento que ya debes de haber ilustrado. Afortunadamente, trabajo para escribir historias e ilustrarlas no falta. Al menos no mientras exista Exegesis.
Por cierto, felicidades a Álvaro Escudero. Esas huellas humanas son una inquietante alegoría de la soledad, casi ponen la piel de gallina. Hacen pensar en esas primeras huellas impresas por nuestros ancestros. Existe un yacimiento en Tanzania (la excavación de Laetoli) formado por unas huellas humanas fosilizadas tras el paso de unos asustralophithecus afarensis, presumiblemente, sobre cenizas volcánicas. El dibujo logra una extraordinaria fusión con el texto, enhorabuena.
Me gusta el hecho de que R-4-T se programe una personalidad imperfecta para ser más original. Es muy llamativo. Creo que has dado en el clavo con el tema de que los robots añoran la condición humana. Es una muestra de que por muy perfectos y eficientes que sean, necesitan una meta propia. Claro que…¿Qué metas tenemos nosotros? trenes cada vez más rápidos. Aviones cada vez más grandes para llevar a 500 personas. Puentes cada vez más largos. Ir a Marte… ¿Para qué, si no podemos quedarnos y cualquier cosa que se pueda hacer allí ya lo hacen las sondas robot? Tampoco veo que las metas de la humanidad sean muy interesantes. Seguimos sobreviviendo día a día pensando que las cosas pueden mejorar, pero creo que siguen igual en muchos aspectos. 🙂
Por cierto: muy buena ilustración para el relato.
Tremenda dupla esta. Se disfruta, como de costumbre.