Los hijos de la orfandad. Cap. 1

El comisionado avanzó hacia M-7 con toda su cohorte de pequeñas máquinas lameculos y el movimiento de sus orugas dejó tras de sí un temblequeo convulso sobre las hojas muertas, desprendidas de sus andamiajes por un viento de noviembre.

—Le felicito por su tozudez, M-7. Ya tiene usted sueltas a sus bestezuelas malignas.

El modelo de servicio burocrático ejecutó un pestañeo automatizado, con ayuda de un motor auxiliar acoplado a sus visores. Lo último en nanotecnología.

—Son sólo un par de criaturas orgánicas, débiles y frágiles. No deberíamos tenerles tanto miedo.

—Esas criaturas débiles y frágiles convirtieron este mundo en un erial, antes de extinguirse.

En un vago intento de carraspeo, el burócrata infringió un cambio momentáneo en la modulación de su voz.

—Hasta ahora ha gozado de la simpatía de la opinión pública para llevar a cabo sus planes de reintroducción. Pero tarde o temprano sus monstruitos cometerán alguna fechoría, por lo que yo dejaré de ser el único votante en contra de su proyecto en la mesa de la Comisión Reguladora de la Vida Salvaje.

Una esfera de servicio orbitaba de forma irregular alrededor de la cabeza del comisionado. El satélite detuvo su periplo de borracho e intercambió con su jefe una serie de mensajes a baja frecuencia.

—No lo olvide, M-7. Esperaré con fervor ese momento.

El comisionado se retiró con una nueva conmoción en las hojas liberadas por el otoño. Los pequeños ingenios, encaramados a su espalda y encargados de mantener lubricado y en orden su exoesqueleto metálico, no retiraban sus fotorreceptores del encuadre de M-7, en una evidente falta de respeto. Bufones, enanos pringosos mofándose del pueblo llano y descalzo desde la seguridad de su migaja diaria, desde unas almenas que les protegían de las hostilidades de un encarnizado mundo cibernético. Pensó el subordinado.

—Ese modelo A-2 te la tiene jurada.

Le advirtió su ayudante. El chirrido de sus orugas se detuvo frente a la figura de un superior petrificado en la contemplación de la marcha del comisionado.

—No es nada personal —respondió—. Es sólo que encuentra una aberración mi proyecto. Odia todo lo orgánico.

—Entonces, ¿por qué intenta imitar la vida con tanto empeño? –objetó R-4-T.

—¿Te has fijado en su nuevo motor de pestañeo automatizado? Una pulsación cada quince segundos. Los he contado.

—Coqueto. Muy coqueto –comentó R-4-T, en respuesta a la indiscreción.

Tras observarse unos instantes, ambos irrumpieron en una cacofonía de frívolas risitas, como dos viejos chismosos en un mercado de servomotores de ocasión.

—Oye, M-7, ¿por qué has bautizado a las criaturas con el nombre de Hansel y Gretel?

—Porque fueron dos huérfanos de un tiempo remoto, abandonados en un bosque relicto como éste.

—Muy adecuado.

6 comentarios

  1. Curioso el tema de los micro-relatos. Muy bueno y vaya lujo contar con estas ilustraciones. ¡Una verdadera maravilla!

  2. No se trata de un conjunto de microrelatos, es una historia dividida en varios capítulos. De hecho, en ésta primera entrega, ya figura en el encabezamiento lo de Cap. I. Como le dije a Peio, los dibujos de Álvaro guardan un equilibrio entre lo tétrico y lo onírico. ¡Pedazo de ilustraciones!, los relatos ganan mucho con ellas. 

  3. El relato muy chulo;la ilustración,bueno… ésta y las anteriores que he visto de éste muchacho,son de las que ves como portada en un libro y no puedes evitar alargar la mano y ojear su interior;una ilustración que te atrapa.