Colapso – Capítulo 9

9-AKIRA Y EL SEÑOR SOLANKI

Le gusta el entorno que he programado hoy para usted?

El entorno que Akira ha programado hoy para el señor Solanki es lo que el señor Solanki recuerda como un gran teatro, en cuyo escenario se encuentran ahora ellos dos.

Todo es de color púrpura. Las cortinas del escenario son de color púrpura. La moqueta que debería albergar al público es de color púrpura. Todo el suelo del escenario, a excepción del tablero de ajedrez que hay en el centro, es de color púrpura. Lo único que no es de color púrpura son las luces que iluminan el gran escenario en el que ahora se encuentran Akira y el señor Solanki. Las luces desprenden una luz mortecina que recuerda al gris que lo está invadiendo todo desde que empezó esa especie de cuenta atrás en la que se encuentra sumido el mundo.

Fuera está lloviendo.

-Me parece muy apropiado. ¿Cómo consigues los colores? Me refiero a los colores de lo que has programado hoy y al color de tu pelo. El mundo se ha vuelto gris.

Akira sigue luciendo ese color lila en el pelo, no sabe muy bien por qué en los últimos días todos sus pensamientos están teñidos de ese color. No entiende muy bien la respuesta de su cliente.

-¿Por qué apropiado? Sólo vamos a jugar una partida de ajedrez.

Akira consigue un dinero extra haciendo pequeños trabajos fuera de lo que se entiende como formas legales de ganar dinero, y uno de sus mejores clientes es el señor Solanki. De vez en cuando el señor Solanki se pone en contacto con Akira para pedirle que le programe ficciones en las que los dos puedan interactuar. Akira es el compañero de juegos del señor Solanki. Pero el trato es que Akira no sepa nada de la vida del señor Solanki. No hay preguntas. Tan sólo el juego. Fuera de los niveles de realidad. Eso ya lo experimentó el señor Solanki hace mucho tiempo.

-La historia dentro de la historia, el metarrelato, el juego de las muñecas rusas –dice el señor Solanki.

Akira conoce al señor Solanki desde hace mucho tiempo, y sabe que la forma en que ambos procesan e interpretan la información es sorprendentemente similar, pero algunas veces le cuesta seguir el ritmo de los pensamientos de su cliente.

-Akira, no pongas esa cara. ¿Qué es la vida que vivimos, si no una historia?

Akira sospecha que el señor Solanki es un personaje de relevancia en el mundo de las finanzas, aunque él nunca habla de su trabajo, parece que su medio de vida es un secreto insondable, guardado en un rincón recóndito a salvo de cualquier curioso. Tampoco sabe su nombre de pila. Pero a veces tiene la sensación de que puede entrar en los pensamientos de su cliente, atravesar ciertas puertas, hasta quedarse en el umbral al que ya no puede acceder, justo antes de adivinar la realidad del hombre misterioso. Sin embargo, Akira piensa que el señor Solanki sí lo sabe todo de él. Que el señor Solanki sí es capaz de atravesar todas las puertas, como un padre es capaz de conocer todas las posibles reacciones de su hijo pequeño. Le gusta hablar con el señor Solanki porque tiene una visión de las cosas que le hace pensar, a diferencia de la mayoría de la gente que se aburre en juegos inútiles y placeres efímeros.

En el tablero de ajedrez aparecen las figuras. La partida va a empezar. Blancas y negras. Dieciséis peones, cuatro torres, cuatro caballos, cuatros álfiles, dos reinas, dos reyes. Aparecen suspendidas a escasos milímetros sobre tablero que hay situado en el centro del escenario.

Akira sigue pensando en lo que le acaba de decir el señor Solanki.

-¿Se refiere a la vida de ahora o a la de antes?

Las blancas empiezan.

El señor Solanki levanta su mano derecha para indicar el movimiento de sus dos primeros peones. En diagonal y hacia delante.

-Me refiero a la vida de ahora pero también me refiero a la vida de antes. El ser humano siempre ha explicado historias, el mismo principio de la Humanidad nos lo han explicado a través de historias, la Historia de la Humanidad que nos enseñaron en el colegio puede haber sido la realidad o puede haber sido un relato de ficción. Incluso en los tiempos anteriores al Volcado la realidad y la ficción estaban separadas por una línea muy delgada, casi indistinguible. Las historias de ficción nos rodeaban, eran parte de nuestras vidas reales, ¿lo recuerdas? Había pantallas por todos lados, cada día recibíamos sobredosis de ficción, ya éramos una sociedad que practicaba el culto a la irrealidad, como principal actividad intelectual. Siempre hemos tenido un universo paralelo para vernos reflejados en él, para dar explicación o sentido a nuestras vidas reales, ¿recuerdas o no? Hasta que ARK empezó a vender el Volcado.

Akira mueve sus dos peones. En diagonal y hacia delante.

-Lo dice como si realmente no hubiera querido que el Volcado se llevara a cabo. Su turno.

El señor Solanki puede recordar perfectamente el tiempo de antes del Volcado. El planeta se había secado. No había agua. La gente se moría. Daba igual lo que realmente se deseaba. Era cuestión de poder o no poder, de poder pagar o no poder pagar. Era una cuestión de poder adquisitivo. Era inevitable.

-Era inevitable –dice como si pensara en voz alta el señor Solanki.

El señor Solanki mueve uno de sus caballos, su pieza favorita, el movimiento perfecto, imprevisible, con la fuerza suficiente para matar al rey si se usa inteligentemente.

-Se acababa la vida, señor Solanki. Veo que le gusta utilizar el caballo.

Akira responde con un movimiento de uno de sus caballos.

-Además de que se acababa la vida, el Volcado ya era inevitable mucho antes. Veo que a ti también te gusta jugar con el caballo. Parece que tenemos más cosas en común de las que yo ya sabía.

-No entiendo muy bien. ¿Mucho antes? ¿Cuánto antes? ¿Por qué?

-Por la inercia de la mecanización desde que se inventó la primera máquina, el reloj, la imprenta, lo que quiera que fue lo primero. Esa inercia ha conducido desde hace cientos de años al Volcado.

El señor Solanki piensa que independientemente de si la vida era o no posible en el planeta, el poder y la técnica, o mejor dicho, el poder de la técnica, se había ido dirigiendo hacia un mismo fin: transformar al hombre en una cosa destinada a ser procesada y reconstruida como un producto, amputándole la inteligencia para que el alma quedara disuelta.

-Habíamos venido a jugar al ajedrez.

Es el turno del señor Solanki. Mueve un alfil en diagonal hasta el frontal de la zona de ataque de las piezas de Akira. Es un ataque en toda regla.

-Sabes que no es así. El ajedrez ha sido el pretexto. Sabes perfectamente el motivo que nos ha reunido hoy aquí. Siempre soy yo el que te llama. Hoy me has llamado tú. Te estás dando cuenta de lo que está ocurriendo y crees que yo lo sé.

Akira piensa que no hay misterio alguno que se pueda esconder de la mente del señor Solanki. En realidad él lleva muchos días pensando en llamar al señor Solanki para exponerle su preocupación por todo lo que está pasando. Solanki sabe algo. Seguro. Solanki sabe lo que está pasando. Y además no puede quitarse de la cabeza lo que Trent le dijo. Puede que el señor Solanki se esté volviendo loco por todo lo que sabe.

Akira mueve otro peón.

-Quería mostrarle este nuevo entorno –dice Akira tratando de mostrar indiferencia ante lo que le acaba de decir su cliente- Su turno.

El señor Solanki hoy le quiere explicar unas cuantas cosas a Akira. Porque Akira debe saber ciertas cosas. Porque Akira debe empezar a descubrir el principio y el final de las cosas. Porque si no le explica ciertas cosas, puede acabar volviéndose loco. Porque Akira es quien es.

-Akira, en realidad quieres saber si nos estamos muriendo. Quieres saber qué está ocurriendo, y desde mi punto de vista, has tardado demasiado en hacer la pregunta adecuada. Quizá no quieras oír la respuesta, y por eso no formulas la pregunta, lo que nos lleva al punto inicial. ¿Vas a hacerme la maldita pregunta de una vez?

El señor Solanki mueve la reina en diagonal. Dos frentes en el ataque.

Entonces Akira piensa que es inútil mostrar indiferencia ante nada de lo que diga el señor Solanki. ¿Quién es? ¿Por qué está aquí con él? ¿Quién en realidad ha provocado el encuentro? ¿Y por qué es tan agresivo en su juego?

-Digamos que ha hecho usted un buen preámbulo. ¿Qué está pasando, señor Solanki?

Por fin ha hecho la pregunta. Una pregunta cuya respuesta le aterroriza, sean como sean los detalles. Una pregunta que en circunstancias normales no habría formulado nunca. Como cuando sabes que vas a recibir una negativa por parte de la chica que te gusta, como cuando sabes que tu jefe no te va a conceder unos días más de vacaciones. Cuando no le gusta la posible respuesta, Akira prefiere no preguntar. Pero ahora es diferente. Se trata de la existencia, de continuar o de no continuar. Se trata de si el gris de afuera está engullendo la realidad. Se trata de si la lluvia va a ser eterna.

Y entonces cae una gota de agua en el tablero.

Akira y el señor Solanki se quedan mirando la gota de agua encima de una de las casillas blancas del tablero, la que acababa de dejar libre la reina que el señor Solanki acaba de mover.

Akira mueve otro peón.

-No tenemos mucho tiempo, señor, el entorno que he programado tiene ciertas deficiencias hoy, siento…

-No importa –interrumpe Solanki- un poco de agua no nos va a arruinar la partida. Me habías preguntado qué está pasando. Te lo voy a decir: básicamente, la raza humana como la conoces en este momento está a punto de extinguirse. Pero esa no es la pregunta adecuada.

Solanki tumba uno de los peones negros son su reina.

-Eso ya lo sabía –dice Akira entre el desasosiego de haber perdido el peón que pensaba mover y las ganas de demostrar a su cliente que sus sospechas son bien fundadas- No le estaba preguntando eso. Le estaba preguntando por qué está ocurriendo.

Mueve otro peón. Juego defensivo, el contrincante no da opciones.

Y las gotas de agua que se filtran por la parte de arriba del escenario empiezan a chocar con cierta frecuencia en el tablero y en el resto de la estancia. El color púrpura está perdiendo intensidad.

Sin embargo, las piezas del ajedrez mantienen su color perfectamente. Hay ciertas deficiencias, pero al fin y al cabo, Akira es el mejor programador del mundo. Y eso tiene que ver con el señor Solanki.

-Ya sé que realmente querías saber eso.

Solanki mueve su otro caballo.

Akira está desconcertado. Por un lado está prestando atención a la partida, su espíritu altamente competitivo le mueve a la máxima concentración, pero el agua que empieza a caer con fuerza encima de su cabeza le hace recordar que el mundo se desmorona.

Sin embargo, el otro jugador parece disfrutar con las circunstancias en las que se desarrolla la escena.

-Señor Solanki, a veces tengo la sensación de que me puede leer el pensamiento, como en los juegos de telepatía.

Akira decide pasar al ataque y mover uno de sus alfiles.

El señor Solanki ya sabe su próximo movimiento, pero decide esperar. Y entonces piensa que en cualquier momento Akira puede empezar a intuir el por qué de su extraña relación.

-Eso no es tan raro, chico, pronto te darás cuenta de que lo que acabas de decir tiene muchísimo sentido. Pero volvamos a la pregunta que me acabas de hacer. ¿Por qué ocurre lo que ocurre?

Ahora sólo se oye el repicar del agua contra el tablero. Parece que el señor Solanki disfruta con el sonido del agua. Pero Akira ya ha empezado a hacer las preguntas cuyas respuestas le podrían quitar el sueño el resto de su vida, si es que hay un resto de vida que vivir.

Akira nota cómo el agua de la lluvia, que cae dentro del gran teatro en el que se encuentran él y el señor Solanki, golpea en su cara. Está fría. Hay una razón por la que están hoy sentados frente a frente. La razón por la que están sentados frente a frente es la misma razón por la que Akira y el señor Solanki se conocieron. Solanki maneja todo esto. Es su maldita voluntad.

Sigue lloviendo.

Afuera también.

Por supuesto.

1 comentario

  1. Gran capítulo. Muy bien planteado el dato de que la mecanización conduce a la humanidad a ser algo distinto de como empezó. Es muy interesante y acertado. Se queda uno con intriga. Espero con ganas el próximo capítulo.
    La ilustración de Franki es de lo mejor que le he visto hacer para esta serie y en general con Illustrator (¿Usas ese programa, verdad?). ¡Realmente maravillosas esas piezas de ajedréz!