Colapso – Capítulo 12

12 – EL SEÑOR SOLANKI Y EL CONSEJO DE ADMINISTRACION

 

Un relámpago.

Y luego el sonido del trueno.

El Volcado fue perfecto.

Aunque el sonido del trueno es sordo como si pasara a través de un tubo dirigido directamente a los oídos de los miembros del Consejo de Administración de ARK.

Lo que se dispone a decir el señor Solanki es lo que se supone que deberían haber deducido en el Consejo de Administración de ARK hace tres años. Las conclusiones de todo el asunto. El fin.

-Señores, antes de que la lluvia nos alcance, lo cual me temo que es algo inevitable, intentaré explicar lo más brevemente posible las consecuencias a corto y a medio plazo, porque me temo que en este caso el largo plazo no existe, o si fuera a existir, me resulta tremendamente difícil hacer un diagnóstico realista. Lo cual considero que no es problema alguno, ya que su compañía siempre ha estado comandada por dirigentes más bien cortoplacistas, de manera que el no poder hacer un diagnóstico a largo plazo, tampoco supone un problema, ya que dicho diagnóstico no sería de mucha utilidad. Su compañía siempre se ha comportado como un caballo desbocado y ustedes ni siquiera se han enterado de que ha ido acelerando su carrera hacia un abismo que no divisan porque sencillamente no se atreven a mirar más allá de sus narices.

Los miembros del Consejo de Adminstración de ARK comienzan a emitir un murmullo colectivo que denota intranquilidad. El señor Solanki puede percibir la intranquilidad también a través del sonido que hacen los cuerpos de los miembros del Consejo de Administración de ARK frotándose contra el asiento.

-Señores, déjenme continuar, la lluvia irrumpirá de un momento a otro.

Otra vez silencio. No hay murmullo ni sonido de asientos. Parece que el principal problema hoy, el problema de verdad, es que la lluvia va a llegar y alguien va a mojarse.

Solanki va a seguir hablando.

-El ciclo se ha realimentado. El bucle se ha convertido en un sumidero de desechos financieros, en una maldita espiral irreversiblemente alimentada por su avaricia. Y el principal problema ha sido su falta de sentido de la humildad. El ego siempre ha desempeñado un papel central en la maquinaria financiera. Y esto no es algo nuevo, saben perfectamente que antes del Volcado el sistema había estado varias veces al borde del colapso y en el momento de la transferencia estaba al límite de su capacidad de crecimiento. Los modelos económicos antiguos se programaron en un sistema informático que permitió reconstruir aquellos modelos, con el consiguiente contagio. Lamento recordarles que en ese sentido, no empezamos de cero. Un poco de humildad habría sido suficiente para corregir algunos defectos del sistema antes de la transferencia, y evitar así el contagio.

Entonces algunos miembros del Consejo de Administración de ARK recuerdan la introducción que el señor Solanki hizo en su discurso acerca de las enfermedades contagiosas del mundo antiguo.

-Y ustedes pensarán: alguien tendría que haber parado todo esto. Pues no, señores, eso no va a ocurrir nunca. No podemos rebobinar, hemos ido demasiado lejos. Nunca hemos sido muy prestos a mirar hacia atrás y mucho menos en lo que a finanzas se refiere.

Ahora Sorensen ya comprende la introducción del discurso del señor Solanki. No tenía nada que ver con las Santas Escrituras. Tenía que ver con el aire. Sorensen inspira. Y expira. Y luego dice:

-Amigo Solanki, ¿se puede establecer el punto en el que empezó el contagio?

-Caballeros, aunque no tiene demasiado sentido pararnos a elucubrar sobre el principio, o las causas, o los culpables, algo que ustedes siempre les ha entusiasmado hacer, principalmente porque hemos llegado a un punto de no retorno, les haré un breve resumen.

El señor Solanki recuerda su conversación con Akira hace tan sólo unos días, entre fichas de ajedrez y una gran tromba de agua que estuvo a punto de ahogarles. Muy probablemente, harán falta algunas palabras más para que quienes le escuchan ahora entiendan mínimamente lo que ha sucedido. Akira es mucho más inteligente, y eso no le sorprende en absoluto.

-Técnicamente hablando, todo empezó en el momento en que se imprimió el primer papel moneda, hace algunos cientos de años. Consulten la Historia. En el mundo occidental fue en el siglo XVII, aunque en el continente asiático, se puede decir que fue aproximadamente unos ochocientos años antes.

Caras de extrañeza. Nadie entiende muy bien a qué se refiere la cita histórica que el señor Solanki acaba de mencionar. Mientras, las nubes que han ido acercándose empiezan a descargar las primeras gotas de agua, vuelven los murmullos, y esta vez es más fácil escucharlos, debido a que la atmósfera se ha vuelvo más densa. El sonido se propaga con más facilidad cuanto más denso es el medio a través del cual una onda mecánica se desplaza.

-El uso creciente del papel moneda –prosigue el señor Solanki-, fenómeno que se produjo debido a la práctica cada vez más extendida de poner un precio a las mercancías, causó la invención y multiplicación de máquinas, máquinas que timbraban uniformemente el papel. Esto, sumado a los principios e incentivos de las finanzas capitalistas, con sus ansias de compra, su amor por las cifras y el crecimiento cuantitativo, que se convirtieron en símbolos de un nuevo tipo de posición social empeñada en la adquisición de más poder, dichos principios aumentaron cuando las demandas de armamento para las guerras fueron suficientes como para convertir la guerra y la existencia de ejércitos en una de las columnas que sostuvieron el sistema al principio. El poder político, pues, se empezó a traducir en términos cuantitativos, es decir, en dinero.

De esta manera, las guerras llegaron a ser necesarias para garantizar la continuidad de un sistema basado en conseguir beneficios a toda costa, según los presupuestos del capitalismo clásico. Digamos que ése es el origen real de lo que aquí tratamos. Éstas son las bases del sistema que heredamos de nuestros antepasados.

El señor Solanki hace una pausa para mirar al cielo, que ahora es de un gris metálico de mil tonalidades que llegan incluso al negro.

-Saben ustedes, sin embargo, que una guerra para sostener el sistema en este momento no es posible. No hay nada que destruir para después volver a construir. Tampoco encontraríamos mano de obra por las razones que ustedes ya saben.

Sin embargo, y volviendo a las bases del sistema financiero que se creó para el funcionamiento del mundo después del Volcado, había otro error o defecto de forma. La eficiencia del sistema se ha medido siempre en el recuento de beneficios económicos, que podríamos llamar beneficios brutos. Pero el beneficio neto de la mecanización y la tecnología del mundo anterior no ha sido realmente tan positivo como nos quisieron hacer creer, si se hubieran tenido en cuenta otros factores como la contaminación del planeta, lo que llevó al colapso ambiental, la muerte prematura de personas, e incluso el genocidio.

Silencio.

Y de nuevo caras de sorpresa.

-Sí, señores, el genocidio. Allá donde el hombre se ha establecido, le han acompañado la esclavitud, el expolio de tierras, la ausencia de la ley, el etnocidio y el puro exterminio. Y por encima de todo, el continuo arruinamiento de los recursos, con el único fin de garantizar la continuidad de la raza, alargar la vida y enriquecerla. Y como pueden ustedes deducir, esto no es algo que con el Volcado se hubiera solucionado. Después de agotar y arrasar el planeta, el hombre ha colapsado el nuevo mundo que se creó a su medida en tan sólo unos pocos años. No tiene sentido sentirse satisfecho por nuestra actual comodidad cuando está claro que siempre hemos transitado por la senda de lo insostenible.

¿Acaso pensaban ustedes que se podía alargar la vida de todas las personas indefinidamente si eso ha de suponer un coste económico? ¿Creían que iba a ser posible mantener el nivel de comodidades por toda la eternidad sin pagar las consecuencias?

La sensación entre los presentes es la sensación que uno tenía cuando de niño había roto algo de un gran valor, cuando el juguete preferido había sido aplastado por un autobús, cuando había acabado el partido con una derrota y no había tiempo añadido, cuando uno había estrellado el coche, el instante de después, justo después, sin posibilidad de retroceder esa centésima de segundo en el tiempo. Se acabó. Fin.

La lluvia comienza a caer con cierta copiosidad. El tono de voz del señor Solanki aumenta en la misma proporción que el ruido del agua cayendo en la arena del suelo.

-¡De ninguna de las maneras! Nunca dependiendo de un sistema financiero como el que conocemos, que sólo entiende de crecimiento cuantitativo. Su sistema de pensiones ha resultado ser un gigante con pies de barro. Su seguridad social fue desde el principio una casa sin cimientos, una utopía en la que se depositaron las esperanzas de muchos seres humanos, en forma de fondos de pensiones, a fin de darle la espalda, en definitiva, al monstruo que es para todos nosotros el temor a la muerte.

En un mundo libre de dicho sistema, quizá el plan habría funcionado. No en este, caballeros. Podríamos decir que la vida que llevamos es económicamente insostenible. Insostenible porque un sistema calibrado únicamente por los beneficios económicos que genera, es a largo plazo un círculo vicioso que se realimenta. No sólo hemos puesto valor a las mercancías, sino a la misma vida de las personas. Además, otro error de base que heredamos del mundo anterior es el no haber tenido en cuenta el factor del esfuerzo humano como método de valoración de éxitos y fracasos.

Hemos llevado una vida sin esfuerzo, hemos dispuesto de una plétora de mercancías y servicios obtenidas sin esfuerzo, ni físico, por supuesto, ni mental. Los seres humanos han sido apresados en una trampa de riqueza, y han sido convertidos en drogadictos del bienestar. La idea de esfuerzo ha desaparecido, no nos acordamos de los progresos obtenidos a través de dicho esfuerzo. Hemos disfrutado de una vida pagada a plazos, como todo, con una tarjeta de crédito sin fondo, pagando el interés de la existencia que se ha ido haciendo cada vez más nauseabunda. Se inventaron ustedes un mundo sin trabajo, sin esfuerzo, sin obligaciones, una sociedad del ocio, sin darse cuenta de que no podían pagar la factura. Factura que todo el mundo imaginó que podría ser liquidada gracias a lo que les dije anteriormente que era la raíz real del problema: el crédito.

De nuevo, silencio. A lo lejos se oye un trueno. El cielo se oscurece. Es como si alguien hubiera preparado todo esto. Como en las ficciones. La espesura de las nubes es evidente. El aire se comprime. La humedad relativa es máxima. El señor Solanki ya sabía que esto iba a ocurrir.

-El crédito es una creencia piadosa, que raya en lo religioso, en la capacidad del sistema para seguir funcionando indefinidamente. Hemos creído ciegamente en la condición ilimitada de la disponibilidad de efectivo con el único límite de nuestra estupidez. De manera que si el antiguo dinero y las antiguas reservas de oro eran limitados, el crédito como lo conocemos ahora, no lo es. Así pues, el dinero ahora no conoce límites cuantitativos, hasta hoy, y la consecuencia de todo es que la abstracción inherente en los mecanismos de pensamiento humano ha sustituido a la realidad, al valor real de las cosas. La economía en su origen se basaba en el valor real de las cosas, hoy esto no ocurre. De hecho, incluso en los tiempos anteriores al Volcado, poco antes de la transferencia, dejó de ser así. El montante en créditos superó al circulante y eso fue lo que contaminó el sistema. Y el Volcado absorbió tal condición.

Sin embargo, antes del Volcado, cuando había un colapso del sistema, había ciertos mecanismos que permitían volver a un estado originario. Se podía imprimir más papel moneda, o se devaluaban las divisas, o incluso, como he dicho antes, a través de una guerra, se generaba una demanda de mercancías y mano de obra. Pero todo esto, saben ustedes perfectamente que ya no es posible. Los productos derivados, y con esto me refiero a todo lo que podemos comprar a crédito hoy en día, desde una casa hasta un servicio meteorológico, han hecho implosionar el sistema, y lo han convertido en un gigantesco activo tóxico. Lo que nos lleva a la consecuencia final.

Nadie se atreve a pronunciar una palabra. Sorensen no deja de retorcerse en su asiento

-La consecuencia final del exceso es que el conjunto de activos tóxicos ha empezado a comportarse como un… virus.

La última palabra que el señor Solanki ha pronunciado llega a los oyentes con cierto retraso con respecto al movimiento de sus labios. La última palabra que el señor Solanki ha pronunciado llega a los oyentes con un par de octavas por debajo del timbre usual de su voz. Las frecuencias graves son más difíciles de localizar en el espacio. Por eso, parece que la palabra ‘virus’ haya sido pronunciada por alguien que no es el señor Solanki. La sensación que tienen los oyentes es que algún ser invisible desde algún lugar que desconocen pero que está encima de sus cabezas, ha dicho esa palabra.

El señor Solanki, no obstante, va a seguir hablando.

-Un virus que se está extendiendo por todo el sistema y para que ustedes lo entiendan, está incluso en el aire que respiran.

Sorensen inspira. Y expira. Los miembros del Consejo de Administración de ARK inspiran. Y expiran. La segunda vez que el señor Solanki ha pronunciado la palabra ‘virus’ también ha sido percibida por todos los oyentes como si procediera de algún otro ser situado en algún lugar desconocido por encima de sus cabezas.

-¡No!

La exclamación de Sorensen llega a los oídos de los miembros del consejo de administración de ARK con un componente armónico que les recuerda al efecto sonoro conocido como reverberación. La razón que explica la existencia del componente armónico que acompaña a la exclamación de Sorensen es la misma razón que explica que el aire que están respirando ahora mismo está contaminado. El sonido se propaga por el aire, es una onda mecánica. El aire está contaminado. El sonido tiene armónicos que no deberían estar ahí.

-¡No, no y no!

Cada uno de sus monosílabos ha ido acompañado de su correspondiente golpe de puño en la mesa. El sonido que ha emitido cada golpe de puño ha ido acompañado de su correspondiente armónico de reverberación.

Mientras todavía reverberan los golpes que acaba de dar en la mesa, Sorensen piensa que el señor Solanki está tratando de sacarle de quicio utilizando palabras que habían quedado totalmente borradas del software de lenguaje. ‘Virus’ es una de esas palabras. Supone que el señor Solanki ha obtenido la capacidad de pronunciar esa palabra en alguno de los niveles de realidad, o a través de alguno de esos hackers con los que pasa sus ratos libres. La palabra ‘virus’ fue eliminada de todos los protocolos de lenguaje por orden misma de Sorensen, porque el fenómeno real al que representaba la palabra ‘virus’ fue totalmente erradicado antes del Volcado. ARK se aseguró de que todos los virus que existían y que podían llegar a existir eran inofensivos al sistema. Invirtieron cantidades enormes de dinero en la creación de barreras y sistemas de seguridad antivirus. No existía forma alguna de que entraran en todo el entorno.

Aquellos antiguos virus se propagaban a través del software principalmente en los sistemas operativos para consumir los recursos. El nuevo entorno estaba basado principalmente en software, así que había que realizar una tarea perfecta en ese aspecto. Hubo que aislar la red de ARK. Gusanos y bombas lógicas no pudieron entrar nunca en el sistema. Y todo continúa igual. La red de ARK permanece totalmente a salvo de cualquier ataque exterior.

-Señor Solanki, se está equivocando. No use usted palabras innecesarias. Sabe perfectamente que el sistema ideado por ARK se diseñó a prueba de todo tipo de virus, sabe que en los veinte últimos años anteriores al Volcado no se produjo ni un solo caso de infección de sistemas por virus. Es imposible. La transferencia fue totalmente limpia.

-¿Quería decir, señor Sorensen, que no use palabras innecesarias? ¿o se refiere usted más bien a palabras prohibidas? Si quiere, ya que veo que tiene usted cierta fobia a según qué palabras, utilizaré el término ‘enfermedad’. No me ha entendido usted. Cuando he dicho virus, no me he referido a lo que todos ustedes recuerdan como lo que infectaba un sistema para el tratamiento de la información. Es verdad, ARK acabó con todo aquello, e incluso la palabra desapareció de sus vocabularios. Es curioso que si bien ustedes no pueden pronunciar ciertas palabras, el concepto, sin embargo, sí que aparece en sus pensamientos. Parece que el Volcado no tuvo en cuenta ciertas conexiones neuronales que se producían en nuestros cerebros biológicos.

El señor Solanki sonríe.

El señor Solanki adquirió la capacidad de articular según qué palabras de la misma forma que adquirió según qué capacidades y habilidades: totalmente fuera de la legalidad. Su gran amigo Akira tiene que ver con todo eso.

-Señores, es aquí donde quería llegar. Todavía no llueve lo suficientemente fuerte.

Solanki gana.

-Brevemente les explicaré lo que va a ocurrir a partir de ahora. Les recuerdo la breve introducción en la reunión de hoy sobre la historia de la Medicina y las creencias sobre las enfermedades contagiosas. Quiero que entiendan que el fenómeno que ha comenzado originado por los activos tóxicos se comporta como una enfermedad contagiosa como las que conocíamos en el mundo antiguo. El aire sintético que respiran ya debe estar contaminado con este nuevo e irreversible fenómeno. Me temo que el virus, o si ustedes prefieren, la enfermedad, se va a extender en relativamente poco tiempo y además de afectar al sistema financiero, va a afectar a todos los usuarios y a todo el entorno. Sus sistemas antivirus están diseñados para ataques desde el exterior a la red de ARK. Pero la enfermedad viene de dentro, es un problema interno. Recuerden lo que ocurría en el antiguo mundo cuando alguien moría. El cadáver se descomponía en pocos días devorado por los gusanos, desde dentro del cuerpo, no desde fuera, y quedaba reducido a cenizas. ¿Pueden intuir el tipo de final que nos espera a todos?

Sorensen intenta hacer ver que no está realmente asustado. De la preocupación ha pasado al más primitivo de los miedos en unos pocos minutos. Para él, sí está lloviendo con fuerza. Y empieza a notar cómo la linealidad de la lógica de su pensamiento empieza a dejar de ser continua. Está empezando a sentir cómo algunos intervalos vacíos le impiden enlazar sus razonamientos. Y no consigue ver el alcance del problema.

-¿A qué se refiere usted cuando dice el ‘entorno’?

El señor Solanki, sin embargo, sí puede controlar la linealidad de sus pensamientos.

-Señor, Sorensen, tiene que entender la palabra entorno como el ‘todo’, si quieren, o mejor dicho, como el mundo que conocemos hoy. El contagio va a afectar a todas y cada una de las facetas de nuestras vidas, ese es el gran inconveniente de la gran conexión que existe entre lo material y lo que hay dentro de nosotros, el alma, si quiere llamarlo así, y si es que de eso nos queda alguna mínima parte. A la práctica, lo que va a ocurrir es que todos nosotros vamos a enfermar y muy probablemente, a morir poco a poco.

El cielo ahora es de color negro. La lluvia de ahora sí le empieza a parecer fuerte al señor Solanki. Los miembros del Consejo de Administración de ARK intentan comprender y asimilar lo que acaban de escuchar. Ahora todos sienten más o menos lo mismo. Acaban de ser los primeros en saber lo que va a ocurrir en un futuro más o menos cercano. Al tiempo que empiezan a notar la falta de linealidad en la lógica de su pensamiento.

Ahora la lluvia arrecia sobre la arena del desierto, que se ha ido transformando en un lodo de una espesura suficiente para mantener a los miembros del Consejo de Administración de ARK atrapados en el suelo sin poder moverse. El nivel del agua sube a un ritmo suficiente para que en pocos minutos esté a la altura del cuello. Parece que los presentes no van a morir poco a poco. Parece que los presentes van a morir ahogados en este momento. El agua está llenándolo todo, por lo visto el entorno de simulación del desierto de Atacama tiene sus propios límites. Por lo visto, las dimensiones del entorno de simulación no son mayores que las dimensiones de sala de reuniones que había en un principio en este lugar. El entorno de simulación es un prisma de paredes transparentes de las mismas dimensiones que la sala de reuniones. Un fallo del sistema. Otro.

El señor Solanki ya no tiene mucho más que decir.

Sorensen y el resto se están ahogando.

El prisma de paredes transparentes se ha llenado totalmente de agua negra y lodo.

El señor Solanki desaparece.

Sorensen desaparece.

Pero Solanki gana.

 

2 comentarios

  1. Me gustan mucho los conceptos expuestos sobre el dinero, la economía, las guerras… La descripción final de la inundación es tremendamente gráfica. Y encima, mientras leo, afuera está lloviendo…

  2. Muy buena la historia. Echo un poco de menos el principio de la serie, donde había más personajes y más situaciones, pero esa ventaja ha sido sustituida por reflexiones interesantísimas sobre el capitalismo, así que buen giro de tuerca.