Author Archives: Alex

  1. Primer contacto

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    Despierto lentamente del período de letargo. En este ciclo soy el primero de la tríada en hacerlo y es como retornar a la infancia; mi mente vuelve a ser pequeña e incompleta. A mi lado, Susurros empieza a moverse despacio. Ella es una Emotiva y al emprender su escalada de consciencia emite intensas feromonas que me embriagan. Mi mente truncada es incapaz de controlar a mi cuerpo y me acoplo a ella suavemente para no despertarla repentinamente. Ella ronronea de placer y emite un intenso pulso de señales químicas que al inundar la estancia hacen despertar a nuestro querido Híbrido.

    Nos fundimos lentamente mientras nuestros cuerpos reaccionan y nuestros cerebros sintonizan; se suman y volvemos a ser Pensadores evolucionados. Sin prisa disfrutamos de la comunión mientras nuestros pensamientos se reordenan volviendo a ser tres mentes únicas pero cada una con la aportación de sentimientos, conocimientos y experiencias de los otros. Los vínculos cuánticos de trasferencia cognitiva se solidifican en enlaces estables que perdurarán hasta el siguiente letargo.

    Conecto con la infoesfera y descargo mi asignación actual, en este ciclo de vigilia vuelvo a ser Instructor, uno de mis trabajos favoritos.

    Al llegar al santuario de transferencia observo al grupo desde la entrada del recinto, sin intervenir. Es un conjunto heterogéneo de entes incompletos bordeando el largo período de la adolescencia. Algunos ya han formado dúos y están a un paso de convertirse en adultos así que encuentran a su tercera alma gemela. Un pupilo ya me ha visto y la noticia vuela por el perímetro, haciendo que todos se sienten en círculo dejándome un espacio. Por la infoesfera llegan saludos, presentaciones, currículos condensados, mi asistente personal contesta a todos en el mismo tono. Luego dejamos de un lado la comunicación automática y empezamos a conversar tranquilamente para conocernos mejor.

     

    Maestro, ¿es cierto que participó en la expedición a la Tierra? —pregunta sin previo aviso Minuciosa, una Técnica de nivel 3 que ya ha formado dúo con un Emotivo y solo le falta encontrar al Híbrido para formar la triada y ser adulta.

    Vaya, esa información no es del conocimiento de muchos Pensadores —digo, impresionado por las capacidades de Minuciosa al bucear en las infinitas bases de datos de la infoesfera —. Tienes talento. En efecto, yo fui uno de los viajeros. —contesto, después de recuperar mis recuerdos exactos.

    ¿Nos contará sus impresiones? —pregunta con esperanza Recuerdos, un Emotivo singular restringido por su mente única, pero llegando casi al límite de su evolución individual. Promete ser un gran Pensador una vez que forme su triada y se complete.

    Por la infoesfera llegan peticiones de los demás pupilos y de las parejas de los que ya tienen dúos y que han sintonizado con los presentes. Me dispongo a enviar un paquete de metainformacion conteniendo mis recuerdos, emociones y la documentación de la misión, cuando Minuciosa se dirige a mí.

    ¿Podría contarlo personalmente? — Minuciosa se controla, pero soy capaz de sentir sus feromonas, una mezcla de expectación, súplica y esperanza. Realmente desea oírlas de primera mano.

    Por supuesto —contesto, y conscientemente libero un caudal substancias químicas que transmiten aceptación y pertenencia al grupo.

    Les empiezo a narrar cómo después de generaciones escuchando los ecos del cosmos, finalmente una señal llegó, modulada y coherente, indicando la presencia de información. Todas las antenas del planeta se revolvieron en sus bases y apuntaron hacia un pedacito olvidado del cielo en el disco de la galaxia madre. Con el tiempo las señales cambiaron y fueron añadiendo más capas a la información codificada, como si la civilización que las emitía fuese paulatinamente evolucionando. Cientos de Pensadores involucrados en el proyecto se volcaron a descifrar la codificación de los mensajes y luego a interpretar su contenido, pero fue en vano. La tarea era tan abrumadora que se lanzó una pregunta a todos los Pensadores del mundo: “¿Qué nos dicen los otros?”

    Inmediatamente todos los eruditos del planeta se implicaron en intentar responder a la gran pregunta. Tal fue el esfuerzo combinado de tantos Pensadores que se descifró aquel mensaje codificado en las arcaicas ondas de radio. Consiguieron descubrir que la raza productora de las emisiones se llamaba a sí misma ‘Humanidad’ y que a su planeta lo llamaban ‘Tierra.’

    Fue un momento histórico, finalmente el primer contacto con otra cultura autoconsciente. Los Pensadores decidimos viajar a la Tierra y hacer a los humanos partícipes de la felicidad del descubrimiento; nunca antes se nos había ocurrido ir a ningún sitio, pues no habíamos encontrado a nadie con quien poder interactuar fuera del planeta madre.

    Maestro, ¿qué papel desempeñó usted en esta fase? —pregunta Ummon, otra Técnica, ya emparejada con un Híbrido.

    Esta vez emito un paquete de metainformación por la infoesfera para que tengan los detalles, limitándome a contarles cómo me vi involucrado en el proyecto.

    Construimos un generador de ondas gravitatorias, creamos el Portal añadiéndole una poderosa inteligencia artificial capaz de realizar los millones de cálculos necesarios para el viaje y elegimos a los miembros más efectivos de las principales tríadas involucradas en el desafío y cruzamos el Portal hacia la Tierra.

    Antes de darles tiempo a preguntar les remito a todos la información del portal. A los Técnicos les añado las referencias a los planos, a los Emotivos las emociones condensadas que sentí al cruzar el portal, y a los Híbridos los modelos de la inteligencia artificial.

    Os advierto que a partir de ahora hay sensaciones negativas —libero feromonas de peligro e inquietud; por la infoesfera aviso a todos incluído los dúos pues, aunque incompletos, sus sensaciones empiezan a estar rudimentariamente conectadas.

    Continúo mi narración después de que todos me reportan que se han preparado para recibir la información.

    Paz, una Emotiva con gran capacidad de empatía fue el primer Pensador en cruzar. Nada más llegar sintió el dolor, el sufrimiento de mil especies agonizando, el padecimiento de una biosfera entera que sufría una agonía lenta e inexorable. La amargura de especies sintientes ya extinguidas, de especies que podrían llegar a ser sintientes pero nunca lo serían. La angustia de millones de seres abandonados a su suerte, soportando horrores inimaginables. Fue tan grande el dolor que experimentó que entró en estado catatónico.

    Hago una pausa, mientras mis pupilos se revuelven y asimilan los conceptos.

    Esperanza, un Emotivo con gran capacidad lingüística, fue el segundo Pensador en traspasar el portal. Sintió el sufrimiento de Paz, buscó la fuente de tanto mal y la intuyó, pero la desesperación de lo que vislumbró fue tan intensa que murió.

    Rápidamente libero feromonas de tranquilidad y envío metainformación explicando lo que ocurrió con más detalles.

    Un caudal de feromonas básicas inunda la sala y cientos de preguntas bombardean mí asistente personal. Empiezan a llegar mensajes de amigos de los pupilos pidiendo permiso para acceder al aula en modo remoto. Una eternidad subjetiva después, se tranquilizan lo suficiente como para que pueda continuar.

    Yo fui el tercer Pensador en atravesar el portal. Encontré a mis compañeros e investigué el origen de sus muertes, los primeros fallecimientos no accidentales de Pensadores en mucho tiempo. Conseguí averiguar que un virus atacaba el planeta llamado Tierra, consumiendo todo a su paso, matando y arrasando a todos los seres vivos. El virus era tan maligno que no respetaba a los de su propia especie… Empecé a morir, de rabia, de frustración, de tristeza. Sentimientos olvidados por nosotros hacía eones. En un momento dado, mi compasión por aquel mundo moribundo tomó forma y un pensamiento brotó de mi mente, mi asistente personal lo amplificó y el ente artificial del Portal lo recogió, plegó el espacio sobre cada virus del planeta y lo eliminó. Yo ya estaba muerto cuando eso ocurrió… Mareas, un Híbrido entrenado en las arcanas artes de la protección, atravesó el Portal, preocupado por nosotros; nos encontró y nos envió de vuelta para que nuestras esencias fueran recicladas en nuevos cuerpos. Mareas inspeccionó la Tierra y se preguntó: “¿Dónde estarán esos humanos? Tenía entendido que eran muy numerosos.”

    ¿Qué ocurrió después? No hay mucha información disponible. —pregunta Estable, un híbrido conectado remotamente.

    La entidad del Portal eliminó todas las coordenadas para poder acceder a la Tierra y borró la mayor parte de la información, alegando que el contacto con los metadatos almacenados podía desencadenar un virus memético y poner en peligro la vida de cualquier Pensador. Para nosotros, la Tierra es mundo en cuarentena.

  2. Aguardiente

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    Estaba rodeado. Era evidente.

    ¿Cómo aguantar el embate furioso de una turba de matones dentro de una cabaña de mierda, una choza escuálida que daba lástima, recortada en el tembloroso solar de un inhóspito claro boscoso?

    Nosotros éramos muchos, ¿eh? Éramos nueve, carajo: destruiríamos la condenada pocilga a tiros, y luego escarbaríamos y sacaríamos al tipo a la rastra, y lo voltearíamos y comprobaríamos que era él, Taco —porque así se llamaba el tipo, ¿eh?—, el presidiario más buscado, la sombra de los Cinco Anillos de Xix IV, el terror de las Arenas Negras de Nabokos, el azote del Sistema Abisal, el asesino confeso del Juez Tirnhos de Hinospia, el…

    ¡Dame eso! —Fezz me arrancó el panfleto maltrecho de las manos.

    ¿Pero para qué carajo quería ver ese papelucho lleno de grasa, reventado, sobre el que había afinado la puntería con una sinfín de dardos y escupitajos, si todo lo que ahora podía apreciarse era una gran mancha borrosa: en primer plano una mano sosteniendo la lumbre de un puro y luego, como telón de fondo, el perfil ensombrecido de un rostro macilento, de rasgos ladinos y afilados, donde lo más destacado era el círculo de una órbita desencajada, arrobada hasta la demencia e inyectada en sangre?

    Oye, Fezz —le advertí—, se rajará el papel si lo escupes de nuevo, ¿eh?

    Fezz succionó aire hasta inflarse como un globo y, bueno, claro, ¡je!, terminó escupiendo un escupitajo de un verde lindante con lo radiactivo, ¿eh?

    ¿Te gusta así, viejo pulguiento? —Sacudió lo que quedaba del aviso ante mi rostro: un agujero perfecto horadaba la frente del tipo—. ¡Es lo que recibirá el puerco cuando se enfrente a mi Escudero .57!

    Me apartó entonces de un manotazo y llamó:

    ¡Maaaaaaanco! ¡Ven acá, perriiiiiiiiito-perrito-perrito-perrito!

    Y apareció el manco, arrastrando su raído capote de la antigua milicia terrestre, la mirada perdida bajo el sombrero de ala ancha, el paso lánguido y abyecto de las almas en pena, o de los que se saben pronto a morir en el patíbulo. ¡Pobre diablo! Se presentó una noche ante nosotros; nos aseguró conocer el escondite de Taco; prometió revelárnoslo, si condescendíamos a dividir en partes iguales la recompensa por la captura… ¡Je! ¡Lo mataríamos, desde luego! Tan pronto acabáramos con el atrincherado, Fezz prescindiría de los servicios del soplón, así que le pasaría una soga por el cuello y lo colgaría, para luego recrearse ajustando la puntería sobre su pellejo izado.

    El infeliz se plantó, por fin, en medio de nuestras mofas.

    ¡Todo iniciado merece su bautismo de fuego! —comenzó irónicamente Fezz—. ¿Acaso creíste que podías formar parte de los Nueve Jinetes Negros sin la debida preparación?

    Las risas se elevaron como desde el interior de un avispero, y Fezz se atusó rapaz el bigote pringoso.

    ¡Ah, seguro que sí, amigo! —continuó—. ¡Te toca mover! ¡Demuéstranos tu valor, y acaba con el sujeto!

    Ante el asombro de todos, el manco no lo dudó: desenfundó una vieja .45 D R/N del ejército y se lanzó, como un poseso, pendiente abajo, hacia su final. Había avanzado una veintena de metros, entre patéticos trompicones y salvajes alaridos, cuando una mano terminada en una pistola de asalto surgió, tras los cristales rotos de una de las ventanas de la cabaña, y abrió fuego: el atacante recibió un impacto que lo sacudió, lo hizo trastabillar, y, finalmente, lo arrojó cuan largo era sobre el mustio prado, donde quedó de cara a los arduos soles gemelos de Tars III.

    Fezz se volvió hacia nosotros y espetó:

    Sospecho que el puerco nos espera en su corral. —Estalló en una grotesca risotada—. ¡Por las barbas del finado Juez Tirnhos! —rugió—. ¿Qué me dicen, malditos bastardos? ¿Están conmigo o no?

    Prorrumpimos en carcajadas, dispuestos a bebernos la sangre del sujeto en un cáliz sacrílego, y ya tanteábamos las culatas de nuestras armas, cuando se produjo una detonación, seguida de cerca por un horrísono silbido…

    La cara de Eunuco, todavía agitada por la estridente algarabía, no desdibujó la sonrisa, aun cuando se desplomaba en medio de una nube de polvo, con un orificio de bala justo donde debería haber estado su tercer ojo.

    ¡Al suelo, infelices! —rió Fezz.

    Nos arrojamos cuerpo a tierra, aunque no todos con la suficiente rapidez: Garr, el cefalópodo, demasiado ocupado restregándose los sesos de Eunuco de la cara, no reaccionó a tiempo, de manera que recibió un tiro que le vació el pecho traslúcido y giboso.

    Fezz, desencajado, eufórico, reía a mandíbula batiente.

    ¡Me llevan todos los diablos! ¿Vieron cómo lo dejó? ¡Parece que el puerco es bueno!

    Feliz. Nunca vi a Fezz tan feliz. ¡Por fin podría medirse con un oponente de su calibre!

    ¿Quién diablos tiene el aguardiente? —continuó—. ¡Pásenme la maldita botella!

    Fezz hincó los dientes en el corcho, lo arrancó con un revés y lo escupió lejos. Empinó entonces el codo, y, como era su costumbre, dejó que el contenido cayera sobre su cabeza, bañándolo hasta los hombros; de la misma manera, procedió el resto de los muchachos: para cuando la botella dejó de circular, todos estaban empapados, más alegres y satisfechos que nunca, oliendo la pestilente mezcla de aguardiente y sudor.

    En cuanto a mí… ¡Je! Bueno, Fezz y los muchachos podrán dárselas de muy recios y todo eso, pero en lo particular me inclino por la ingesta de alimentos a la antigua: por la boca, se entiende, ¿eh?

    Así que cuando ya sentía que el calor del licor me rebasaba la comisura de los labios, Fezz me sacó la botella de las manos, echó una maldición al aire, y la estrelló contra el piso: la señal convenida para iniciar el ataque.

    ¡Qué esperan, condenados hijos de perra! —bramó—. ¡Rodeen la casa!

    Nos separamos. Corrimos como demonios. Cada uno se apostó en un vértice del objetivo. Teníamos muchas armas, armas poderosas y pesadas. Nos acercaríamos, paso a paso, a los tiros: rociaríamos las viejas paredes con un sinfín de proyectiles…

    ¡Y así lo hicimos, por Satanás!

    Para cuando dimos término a la avanzada, vacíos ya nuestros cargadores, la vieja casa parecía más sombra que casa, rebasada de humeantes orificios, saturada de temblores y quejidos, como una anciana a punto de morir en medio de sus dolorosos achaques.

    Fezz ordenó recargar, al tiempo que pasaba lista a lo que quedaba de los Nueve Jinetes Negros.

    ¡Netto!

    ¡Sí!

    ¡Rapaz!

    ¡Sí!

    ¡Qwartizzzcatworitq!

    ¡Zzzzzz!

    ¡Lazo!

    El poderoso eructo de Lazo nos llegó saludable desde quién demonios sabe dónde.

    Pero cuando le tocó el turno a Puercoespín…

    ¡Puercoespín! —Fezz esperó la confirmación; sin embargo, sólo obtuvo un silencio lapidario que no dejaba lugar a las dudas.

    ¡Así sea! —Fezz impartió una nueva orden a voz en cuello—: ¡Aspersores!

    Nos colocamos las mascarillas de oxígeno al tiempo que hurgábamos a la altura del hombro para desprendernos las granadas.

    Esperamos la señal.

    ¡Ahora! —ordenó Fezz.

    Arrojamos las granadas al interior de la choza, y en poco tiempo el verde esmeralda del gas netino, un abrasivo asfixiante de implacable acción comatosa, brotaba serpenteante por cada hendija de las enclenques tapias.

    Esperamos a que el gas se diluyera y…

    ¡Tú, Netto! —señaló Fezz—. ¡Adentro!

    Netto se plantó delante del remedo de puerta y la echó abajo. Cuando cruzó el umbral, adelantando los cañones gemelos de su recortada, oímos un estampido fenomenal: Netto volvió a salir… ¡pero sin cabeza! El tronco de Netto, erguido sobre las dos tambaleantes piernas avanzó un par de pasos, se detuvo, y cayó sobre el entarimado del porche, envuelto en poderosas convulsiones.

    Fezz escupió al suelo.

    ¡El puerco tiene estilo, no cabe duda! —Pasó revista a lo que quedaba de sus esbirros—. ¡Rapaz, Lazo, por la retaguardia! ¡Muévanse!

    Los dos hombres obedecieron y desaparecieron como sombras por un recodo.

    Qwartizzzcatworitq y Fezz esperaron agazapados; luego se levantaron y entraron a la cabaña, esperando que su contraparte hiciera otro tanto por el acceso posterior: el sujeto no podría reaccionar a tiempo. ¡La sangre del terrestre Taco correría por fin entre nuestros dedos!

    Y sin embargo…

    ¡Rapaz! ¡Lazo…!

    No hubo respuesta.

    Fezz y Qwartizzzcatworitq permanecían de pie en el centro de la sala derruida. Respiraban nerviosos, y miraban exaltados los recovecos ensombrecidos. Los innumerables orificios de bala habían abierto hendijas de luz que se proyectaban quebradamente desde el atardecer exterior.

    Yo entré a la cabaña despacio, mirando a uno y otro lado, mientras me daba ánimos mascando un buen trozo de tabaco.

    Fezz probó llamar de nuevo:

    ¡Lazo! ¡Rapaz…!

    Y entonces…

    Los cuerpos de Lazo y Rapaz atravesaron las ventanas posteriores, para caer al piso y deslizarse hasta nuestros pies. Estaban muertos, bien muertos, adornados con un bello orificio de bala en el medio de sus frentes.

    Pasado el pasmo inicial, Fezz y Qwartizzzcatworitq reaccionaron: se plantaron ante la puerta recortada entre las ventanas que habían vomitado a los pistoleros y… ¡Y abrieron fuego con todo lo que tenían!

    Yo me arrojé al suelo, escupiendo tabaco por los cuatro costados, y me tapé los oídos con las alas de mi sombrero.

    Cuando la balacera acabó, ya no había pared, ni ventanas, ni puerta: sólo los soles moribundos, ocultándose tras las colinas enrojecidas de Tars III.

    Fezz lanzó un juramento y le pidió a Qwartizzzcatworitq que saliera a investigar.

    El andhariano se negó, con el apoyo testarudo de todos sus seudópodos, mientras su organismo secundaba la moción secretando una buena dosis de tinta negra en señal de protesta.

    Entonces Fezz me echó una mirada fulminante. Me ordenó que me levantara y practicara un rastrillaje de la zona. Me negué, claro —soy viejo, y sólo me encargo del aguardiente, ¿eh?—; pero Fezz explotó, hasta el punto que no sé qué habría pasado conmigo, de no haber mediado lo impensable… ¡Porque el inconfundible bramido de una .45 Diferenciada con Rastreador Nocturno nos puso en jaque! El proyectil de teflón con cabeza ahuecada hinchió el aire viciado de pólvora de la cabaña, y fue a reemplazar la espalda del andhariano por un panorámico hueco.

    Fezz se volvió a la velocidad del rayo, apuntaló la boca aún humeante de su Escudero .57… ¡y recibió un tiro que le destrozó el hombro! Cayó, hecho un ovillo de maldiciones, y quedó tendido con los ojos clavados en el techo.

    Desde mi posición pecho a tierra, presencié la entrada del pistolero. Al principio sólo oí el acompasado cascabeleo de unas espuelas tipo cepillo, características de los llaneros de mantas; luego, cuando me animé a echar un vistazo, vi que una silueta humana se abría paso con descuido por entre los cadáveres hechos pedazos. Levanté la vista y…

    ¡… y me encontré con el manco!

    ¡Tú! —alcancé a decir, atropelladamente.

    El manco no me prestó atención: se limitó a desprenderse un cigarrillo de la oreja y llevárselo a los labios; raspó entonces una cerilla en su nuca y, con una parsimonia exasperante, se dedicó a inflamar la punta del pitillo. Finalmente, luego de un par de satisfechas bocanadas, llamó:

    ¿Taco? ¿Dónde diablos te metiste, Taco?

    ¡Buscaba a su cómplice, por supuesto! Los Nueve Jinetes Negros habíamos caído en una trampa: el manco y el tal Taco lo habían planeado todo desde el principio. Mientras uno representaba su propia muerte ante nuestros ojos, el otro nos acribillaba desde la cabaña, para luego encerrarnos y aplicarnos el disparo de gracia. Me levanté como pude, con la boca embadurnada de tabaco, y ya estaba a punto de soltar la lengua cuando me llegó una voz:

    ¡Aquí estoy, jefe!

    El manco se dirigió a un sector semiderruido en donde se adivinaba la forma de una mesa volcada. Escarbó, retirando tablones astillados y restos de mampostería, hasta que encontró un… ¿un brazo?

    ¡Pensé que me habías abandonado, jefe! —dijo el brazo—. ¿Por qué la tardanza?

    El manco ignoró el comentario de su… compinche. Enderezó la mesa y tomó asiento en lo que quedaba de una silla. Apoyó el brazo parlante en la mesa, le dedicó una lánguida mirada y le dijo:

    Sabes que no te dejaría, ¿eh, viejo?

    A continuación, se sucedió una escena que puso a prueba todos mis nervios. El manco tomó el brazo —indudablemente un apéndice robotizado con inteligencia artificial— y lo acercó a su hombro tullido. Se oyó entonces un cliqueteo, como si se activara alguna clase de mecanismo servoasistido, y vi que unos finos tentáculos de aleación viboreaban en torno al muñón, para finalmente clavarse y desaparecer en el interior de la articulación saneada.

    El propietario del brazo se incorporó, me hizo a un lado y se inclinó sobre el abatido Fezz. Cerró la mano humana sobre las solapas del sacón, izó el cuerpo aún con vida de mi malogrado cabecilla y se lo cruzó sobre el hombro.

    A éste lo quieren respirando —espetó.

    Se dirigió a la salida, haciendo sonar sus espuelas de mantas. Cuando cruzaba el umbral se volvió y me dijo:

    Pregúntame por qué no te mato.

    Antes de que pudiera reaccionar, el brazo coreó:

    Sí, jefe, ¡que pregunte, que pregunte!

    Así que, ante la insistencia, bueno, claro, me limité a preguntar, ¿eh?:

    ¿Por qué no me matan? —Pero una idea irrazonable atravesó mi mente tan pronto formulé la pregunta: pensé que el uso del plural les habría resultado afrentoso, de manera que ya me entregaba a la muerte, enloquecido ante la idea de acabar mis días en esa mugrosa choza, rodeado de escombros y de cadáveres, cuando el manco me dejó en claro que tenía otros planes para mí: me miró desde el marco de la puerta, mientras el brazo robótico alzaba el cigarrillo humeante para colocarlo en la comisura de los labios, y me soltó:

    ¡No te mato porque destilas el mejor aguardiente que he probado en toda mi vida, Aguardiente!

    Porque a mí me dicen Aguardiente, ¿eh? ¿No se los había dicho? ¡Je!

    Los dedos metálicos volvieron a cerrarse sobre el cigarrillo, lo retiraron y el manco agregó:

    Además, ¿de qué sirve hacer tanto escándalo si no queda cronista con vida que refiera los hechos?

    Sí, ¿eh? Es lo que yo digo, ¿eh? ¿De qué diablos sirve? Así que, muchachos, esta es la historia que tenía que contarles: el manco finalmente me dio la espalda y se retiró con su carga humana al hombro. Más tarde supe de él: su nombre era Temístocles Furhias, capitán retirado del ejército terrestre. ¿Su “alias”? ¿No lo adivinan? “Taco”, desde luego…

    Fezz terminó tras las rejas en un asteroide perdido del Cuadrante Gama, mientras que su cazador se esfumó tras cobrar la recompensa. Pero, bueno, claro, ¡je!, como mi antiguo mandamás no pensaba morir en ese hediondo agujero, se limitó a organizar un escape con los presidiarios del complejo, situación que generó una merma considerable entre el personal de vigilancia. Me dicen que, poco antes de abandonar la órbita del planetoide, envió un mensaje desde su cápsula de escape: “¡Por todos los cráteres de Marbion XIII, juro que no descansaré hasta ver colgados de un gancho al capitán Temístocles Furhias y al traicionero de su socio!”

    Pero, claro, Fezz nunca supo de la existencia del tal “Taco”, y, como fui el único sobreviviente de la masacre, pensó —y aún lo sostiene— que yo estaba asociado con el manco, de manera que hoy día mi cabeza tiene precio, ¿eh?

    ¡Oh, no se preocupen por el viejo Aguardiente, muchachos! Mi nano-alambique y yo nos hemos mudado de cuadrante, y si Fezz me encontrara, bueno, creo que todavía guardo en algún lugar a mi fiel Albino .37… ¡Escupiré una buena dosis de tabaco sobre su tumba!

    En fin, lo último que hice fue poner por escrito esta historia, y debo decirles que implicó mucho trabajo porque apenas puedo deletrear mi nombre en forma completa… ¿Qué? ¿Que no les ha gustado? Bueno, ¿saben?, quiero que sepan que si vuelvo a verles la cara de ratones de biblioteca merodeando por este cuadrante, ¡les daré tal paliza que nunca olvidarán a Aguardiente, y… y…!

    ¡Bah…!

    ¡¡¡Y váyanse todos al diablo!!!

  3. Colapso – Capítulo 7

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    7-AKIRA Y TRENT

     

    -Claro que me ha dolido.

    Trent le acaba de hacer un gesto de despedida a Ashley y su pusilánime amigo ha entendido perfectamente que debía marcharse.

    -Me lo imaginaba.

    Akira sabe perfectamente que algunas de las cosas que hace fuera de la legalidad producen dolor. El dolor es lo que ocurre cuando se camina en el lado equivocado de la ley. Y lo que acaba de hacer con Ashley y Trent es totalmente ilegal. Les ha salvado la vida, pero no lo debería haber hecho.

    Pero ahora es lo único a lo que se puede dedicar. Después del regreso forzado de sus vacaciones se ha encontrado con que la compañía ha cesado temporalmente su actividad. Los servicios se han suspendido y consiguientemente, su sueldo también. Y tiene mucho tiempo libre.

    -¿Sabías que íbamos a sentir dolor? ¿Cómo puede…

    Akira interrumpe la pregunta

    -¿Qué es lo que puede ser y lo que no puede ser? Olvídate de todo, Trent.

    Entre Akira y Trent no hacen falta muchas palabras. Siempre se han entendido muy bien y las explicaciones en la mayoría de casos, sobran.

    -¿Estamos jodidos?

    En esas dos palabras viajan todas las preguntas que Trent ha estado haciéndose a sí mismo desde que empezó a regresar de su viaje lisérgico. Por qué siente dolor, por qué el color del parque está cambiando, por qué las caras de la gente tienen aquella expresión de animal de granja, por qué no puede ver con claridad, por qué hay un ruido sordo que lo envuelve todo, por qué Akira ha podido ayudarles, qué está pasando y qué va a pasar.

    -Olvídate de todo esto.

    Trent no tiene que hacer grandes esfuerzos para olvidar los recuerdos más recientes. Pero a Akira suele hacerle más caso que al resto de las personas y está dispuesto a hacer un esfuerzo por entenderle, ya que ahora mismo no entiende muy bien lo que le está diciendo. No le importan sus recuerdos recientes, pero sí le importa lo que puede estar pasando en este momento.

    -Eso quiere decir que estamos jodidos.

    -Si lo quieres decir así…sí, estamos jodidos.

    -¿Te refieres a nosotros dos? ¿A Ashley y a mí? ¿Y a ti?

    Trent sabe que Akira tan sólo gasta palabras para hablar de cosas importantes, y si se estuviera refiriendo a Ashley y a él, habría respondido con un silencio que él habría entendido perfectamente como un: “sí, estás jodido y me importa muy poco, eres un drogadicto y si te quedas ahí colgado, te jodes y me dejas en paz”. Pero ha dicho más de dos palabras seguidas y eso quiere decir que se trata de un asunto mayor y a lo que probablemente está dedicando sus pensamientos de los últimos días.

    Akira no responde a las tres últimas preguntas. Eso quiere decir que son tres preguntas inútiles, cuya respuesta no tiene la mayor relevancia.

    Silencio.

    El parque ha quedado muy atrás. Caminan por una calle que está llena de charcos debido a la lluvia que está cayendo. A Trent le parece que lleva días enteros lloviendo. Hay caras en las ventanas que no dejan de mirarles preguntándose qué hacen caminando bajo la lluvia. Se está haciendo de noche.

    -¿Ese tío al que le haces trabajos es un tío importante, verdad?

    Akira se detiene y mira a Trent con cierto desdén, pero no sin cierto grado de sorpresa, ya que Trent ha saltado en un instante varios niveles de importancia con sus preguntas, y ha pasado de la estupidez directamente al meollo de la cuestión. La enjundia de todo.

    -¿Solanki, no? –Trent decide llamar la atención de Akira de una maldita vez pronunciando el nombre de su gran amigo, el hombre importante.

    -No sé de qué me estás hablando.

    El Volcado fue perfecto. Incluso en el controvertido asunto de las razas, las etnias y las culturas. Un Volcado diferente para cada cultura. Versiones diferentes del Volcado para cada grupo cultural, para cada país, para cada region, para cada pueblo, para cada… Mil versiones del Volcado. Akira no quiere dar muestras de su verdadera preocupación, como un japonés lo hubiera hecho antes del Volcado. Y ahora mismo, la fuente de su verdadera preocupación se llama Señor Solanki, y todo lo que ese nombre conlleva, y no quiere revelar a un estúpido drogadicto el por qué el oír ese nombre produce en él lo que antes del Volcado sería sudor frío.

    -Claro que sabes de qué te estoy hablando. Solanki. Sabes que anda por los niveles de realidad más recónditos, como yo. Y sabes que se pone hasta el culo de drogas, como yo. Y cuando se pone hasta el culo de drogas y encuentra a alguien que va del mismo rollo, como yo, dice unas cosas rarísimas.

    Trent se ha encontrado en diferentes niveles de realidad al Señor Solanki experimentando con los mismos niveles de realidad y con drogas electrónicas como las que él toma, y que le ha suministrado Akira. Recuerda las conversaciones, tres o cuatro, que ha tenido con aquel extraño hombre de las finanzas. Como siempre, recuerda tan sólo fragmentos de esas conversaciones, frases inconexas, casi siempre sin sentido, pero que después de los últimos acontecimientos, se van tornando más coherentes…

    “…les avisé en mi informe, ya se lo dije, están al corriente de todo, y ¿qué han hecho? Nada. Nada en absoluto…”

    Aquello se lo habia dicho mientras pilotaban juntos un avión de combate en el nivel tres. Una de aquellas guerras del siglo XX en las que todavía los aviones de combate eran pilotados por personas. Un juego interesante.

    “…si no regresamos a tiempo, el sistema se va a colapsar…”

    Nivel cuatro: Solanki y Trent luchan a muerte con espadas laser. La luz contra la oscuridad.

    “…empezará casi sin que nos demos cuenta…”

    Nivel 5: Solanki y Trent son los únicos supervivientes de un accidente aéreo y están solos en la cima de alguna montaña del Himalaya. Hace frío y están hambrientos. La única forma de sobrevivir pasa por conseguir hacer fuego y empezar a separar la carne de la piel de los que ha sufrido peor suerte.

    “…la única solución es el regreso…”

    Nivel siete: Solanki y Trent son la misma persona. Viviendo la vida de una persona anónima dentro de sus propias vidas. La experiencia de las experiencias. La vida dentro de la vida. Ser otro, estar en su pensamiento. El nivel de realidad total. El nivel del que sólo algunos conseguían salir. El resto se queda. Fin del juego.

    “……espero que analicen concienzudamente el informe. La situación exige decisiones drásticas e inmediatas, así que apelo a la eficiencia y capacidad de análisis que siempre ha caracterizado a sus expertos. Les espero en esta misma sala dentro de tres minutos…”

    Trent recuerda que aquellas frases sin sentido parecían estar siendo reproducidas después del rebobinado de una vieja cinta magnetofónica por varios cientos de veces, y que debido al ruido de campo magnético que se iba sumando en cada vuelta de la cinta, las frases se habían vuelto cada vez más ininteligibles. Era como si de repetirlas tantas veces, estuvieran perdiendo todo su sentido. Y la siguiente. Y la siguiente. O al menos, así lo recuerda. Aunque Trent siempre tiene la sensación de que todo lo que recuerda está acompañado de ese ruido de campo magnético.

    Sigue lloviendo y las caras de las ventanas no cesan de mirarles.

    Akira tiene que pronunciar por fin el nombre de su amigo, el hombre importante.

    -Solanki se está volviendo loco.

    -Akira, Solanki me explicó que tú le ayudas con los niveles de realidad y con las drogas. Ya sé que está desequilibrado, no parece de este mundo, pero es un intelectual. Yo ya habia oído hablar de él cuando le conocí. Yo también estoy bien relacionado. Se está volviendo loco porque sabe lo que está pasando. Y yo he estado atando cabos.

    Akira sabe que Trent se está equivocando pero solo en parte. En verdad, sí que le ha estado ayudando a saltar los niveles de realidad y en verdad sí que le ha estado suministrando drogas. Pero no tiene ni idea del resto, y el resto es lo importante.

    -No, se está volviendo loco por otras razones bien diferentes y que no comprenderías. Que no comprende ni él.

    Trent comprende que Akira quiere acabar la conversación. Al fin y al cabo él tan sólo ha venido a bajarles a él y a su estúpido amigo de un viaje que podría no haber acabado nunca. Trent sabe que Akira sabe muchas cosas, por ese trabajo en el límite de la ilegalidad que tiene. Por ser un hacker de mierda. Pero también sabe que no va a sacar nada más de él de lo que acaba de escuchar. Y nunca le ha importado lo que hay en la cabeza de un hacker de mierda japonés más que de lo que le importa el color del tinte del pelo que usa y que cambia cada semana.

    No para de llover. Trent se ha detenido pero Akira sigue caminando hacia ninguna parte. Trent se vuelve a fijar en los rostros de las personas que miran a través de los cristales empañados por las líneas verticales que van dejando las gotas de lluvia. La gravedad es la misma de siempre. El ruido de campo magnético en las cintas viejas se deja oír más que antes.. Se está haciendo de noche. Hace horas que se está haciendo de noche. Los colores se desvanecen. Trent no sabe si los colores se desvanecen porque se está haciendo de noche o porque algo parecido a un colapso del sistema está haciendo que todo se esté volviendo raro, y que sea la misma razón por la que los códigos ‘Z’ no funcionaron, y que sea la misma razón por la que hacer horas que está anocheciendo y todavía no es de noche, y que sea la misma razón por la que cada vez le cuesta más recordar las cosas, incluso las cosas de antes del Volcado, Evelyn y sus padres, la falta de agua, la miseria, las guerras locales, la capa de contaminación, las cumbres de los poderosos, las malas noticias, la depresión, el cáncer, la ausencia de lluvia.

    Sigue lloviendo sin parar.

    La calle es ahora una película en blanco y negro como esas en las que le gusta jugar de vez en cuando en los niveles dos y tres a ser un malvado pandillero que se dedica a sembrar el mal por allá por donde va.

    Trent entonces sonríe.

    Esta vida es una mierda.

    Pero ¿y las otras?

    ¿Cuál es ‘esta’ vida y cuáles son ‘las otras’?

    Ya no quiere pensar en eso.

  4. La baulera de Allmanzor: Alien de Ridley Scott

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    Saludos, amantes de las ficciones científico-comiqueras. Hoy, en la incansable búsqueda de las obras clave de nuestra afición, presentamos el inicio de una saga que ha ido decayendo con el tiempo, pero que contó con un brillante inicio:

    Alien. 1979. Del director Ridley Scott.

     

    De la película mucho se ha hablado ya, y con razón. Por eso, nos ocuparemos de la versión ilustrada para cómic, aparecida el mismo año del estreno del film.

    En el espacio nadie puede oír tus gritos.

    Ése es el estremecedor anuncio que aparecía en el cartel original de la película, titulada en España como Alien, el octavo pasajero. El cómic, con guion de Archie Goodwin e ilustraciones de Walter Simonson, es una más que notable y fiel representación del film. La historia nos cuenta las peripecias de la tripulación de una gigantesca nave de carga, la Nostromo, que en su viaje de regreso a la Tierra es desviada de su rumbo por una señal desconocida y de posible origen inteligente. Tras ser despertados de su hibernación, descubrir con desasosiego que aún no han llegado a casa y hallarse a mitad de camino, todo se pone en marcha para investigar el origen del posible mensaje extraterrestre. Después de un accidentado aterrizaje en un planetoide del que procede la señal, un grupo de tres tripulantes sale al exterior y encuentra una antiquísima y extraña astronave varada en las rocas. Dentro todo está abandonado y muerto. Los pasillos y recintos están diseñados con formas enrevesadas y ajenas a todo gusto humano. Al ver un ser alienígena fosilizado en su asiento comprenden que, en efecto, esa nave lleva posada allí mucho tiempo. El descubrimiento de una cámara inferior lleva a otro de los tripulantes a investigar un grupo de extraños huevos agrupados en hileras. Entonces, uno de esos huevos parece se abre inesperadamente, y un ser increíblemente rápido sale de su interior perforando la visera de su casco y adhiriéndose a su rostro. Sus compañeros no tardan en encontrarle en estado de shock y lo introducen en la Nostromo, comenzando así la tragedia.

    La historia de Alien, el octavo pasajero no deja de ser la de monstruo en un castillo, pero llevada a la soledad del espacio adquiere otra dimensión. La muerte progresiva de aquellos personajes a los que atribuimos la capacidad de solucionar los problemas, van creando incertidumbre hasta que finalmente se erige en heroína y líder la teniente Ripley, interpretada por Sigourney Weaver. Una auténtica novedad en su tiempo.

    La película Alien de 1979 le debe mucho al arte pictórico. El guion no deja de ser algo clásico de monstruo terrorífico, pero fueron los diseños del pintor suizo H. R. Giger los que elevaron el aspecto visual a un nivel inimitable y nunca visto anteriormente. Tanto la nave extraterrestre y sus interiores, como la forma de la propia criatura poseen un aspecto de pesadilla, que aumentan el misterio y el terror. El cómic sigue adecuadamente estos diseños, e incluso es fiel a la fisonomía de los actores que interpretaron a los tripulantes de la versión fílmica, contando además con la curiosidad de incluir escenas que fueron desechadas originalmente en la proyección en cines, pero recuperadas en el reestreno de 2003.

    Después vendrían muchas continuaciones en cómic. Incluso de este arte proviene la tal vez poco acertada idea de juntar los universos Alien y Predator… Pero el cómic original, muy difícil de conseguir hoy en día, posee el encanto, el terror y la calidad de la película a la que representa.

    En conclusión: una historia para disfrutar con su realización, sus personajes, escenarios (la Nostromo es una verdadera maravilla cuyos interiores están realizados con tal calidad que los invitados al plató de rodaje tenían la sensación de estar en una verdadera nave espacial) y esto se aplica tanto a la película como a su versión en cómic.

    Alien, el organismo “…cuya perfección solo es igualada por su hostilidad”.

  5. Editorial 14

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    Máxima aventura. Seguramente eso era lo que pensaban los atletas de la antigua Grecia cuando competían en las Lampadedromías, relevándose la antorcha cada veinticinco metros para recorrer, en el menor tiempo posible, el espacio que había entre la Academia ateniense y la puerta Dípylon. Debían correr manteniendo encendido el fuego de la antorcha, pues esa era la misión más importante; el fuego representaba la misma esencia de los dioses a los que veneraban. Pero… ¿qué hacen las Lampadedromías en la editorial de una revista online como Exégesis? Pueden resultar incompatibles a primera vista, sin embargo ambos desafíos –separados por miles de años e infinidad de acontecimientos– poseen un denominador común: el relevo.

    Hace ya más de dos años que Exégesis salió de su propia academia, donde se forjó una antorcha en la que prender la esencia de dos venerados dioses: el cómic y la ciencia ficción. Entonces, Daniel Santos y Álvaro Visús se lanzaron a la carrera, y durante numerosas etapas consiguieron mantener viva la llama de la antorcha. Lo hicieron tan bien que sin darse cuenta atravesaron la puerta Dípylon, pero no quisieron detenerse. Mantuvieron el ritmo y continuaron avanzando. Superaron colinas, escalaron montañas y se adentraron en el horizonte. Semejante gesta no pasó desapercibida y fueron muchos los atletas que les siguieron para tomar el relevo. Aquel numeroso grupo continuó corriendo hasta que el mundo no fue suficiente. Con Blas Bigatti a la cabeza, Exégesis tomó rumbo a las estrellas y la antorcha tuvo que ser modificada hasta el punto de convertirse en una nave de viaje interestelar. La negrura del vasto espacio pronto se tornó en un estallido de luz y color. Primero planetas desconocidos, luego nebulosas inefables y después galaxias enteras. La gran llama impulsó esta nave de estructura cambiante hasta los confines del universo, rebasándolos con facilidad. Así es como Exégesis persiste hoy viajando por el cognoscible, un espacio donde la realidad se fusiona con los sueños creando mundos alternativos, alterando el espacio-tiempo o sencillamente, conformando originales visiones. Ah, cuán lejos quedan hoy los primeros pasos con los que se portó la primitiva antorcha, tanto como remotos se antojan ahora los crepitares de la llama primigenia. No obstante, tras todo el tiempo transcurrido y las experiencias vividas, Exégesis continúa siendo fiel a su misión: ser el altar donde el fuego del cómic y la ciencia ficción crepite sin cesar. Y eso sólo es posible gracias a la esencia que enciende el motor de la nave: las obras creadas por quien ostenta el verdadero protagonismo de todo esto: los autores (escritores, guionistas, dibujantes, ilustradores, entintadores, coloristas, rotulistas…)

    Resulta inverosímil mezclar las antiguas Lampadedromías con viajes interestelares, pero ya ven, la ciencia ficción lo hace posible. El que aquí suscribe aprieta su paso en la carrera de relevos para tomar el testigo de Blas Bigatti, quien ha realizado en la revista un excelente trabajo en labores de edición de contenidos y coordinación estos dos últimos años. El corazón me late con brío ante este desafío, pero debo confesarles que permanezco sereno, pues el equipo que hace posible esta revista es fuerte, ya que está formado por personas entregadas y apasionadas. No puedo más que sentirme afortunado por contarme entre ellas. El viaje continúa, y la velocidad de crucero es de “Máxima aventura”.

    Porque esto es ficción. Ciencia ficción.

    Esto es Exégesis.